Recordando...

Miro por todas partes pero no hay rastro de mi amigo y del joven mulato. Igual se han ido caminando a algún sitio cerca, pero después de que hayan salido de mi casa desayunados y duchados, no se me ocurre que más podrían necesitar hacer. Llamo por teléfono a Robert, da tono, pero no lo coge. Decido seguir con mi idea de ir hasta la farmacia, igual a la vuelta el cocho no está o mi amigo me devuelve la llamada.
Por el camino voy pensando en la noche anterior, mis amigos y yo entramos en pelotas después de dejar todo en el guardarropa y nos reciben dos camareros. Nos ofrecen unos chupitos de tequila, limón y sal, que nos tomamos sin rechistar. Después un camarero, rubio de ojos claros se acerca con un rotulador. Nos dice que cada uno debe llevar un número par para una serie de juegos que ha organizado Rober. En un principio, cuando desperté no recordaba nada de esto, pero cuando mi amigo dijo que los camareros llevaban números impares porque los invitados eran los pares, he comenzado a recordar momentos de la noche. El joven rubio se llama Edgar y vacila sobre dónde apuntarnos el número. Mi amigo Pedro y yo elegimos que pinte sobre el pectoral. A mi me pone el 10 y a Pedro el 6. Sin embargo, Marcos está muy entusiasmado con la idea y parece que nos lleva ventaja con el alcohol. Dice sin pensarlo que quiere que el número sea escrito en su rabo.
-¡Estás loco! - Grita Pedro por encima de la música.
Pero Edgar no se lo piensa, coge el pene de mi amigo con una mano y dibuja un 8.
-¡Pues ya estamos listos! - Ríe Marcos dando saltitos.

Nos adentramos entre la multitud y voy saludando a muchos tíos que ya conozco en persona por haber compartido antes alguna que otra actividades nudista, como la tarde de lectura y café o el día de playa. Otros se van presentando, pues solo los he visto en fotos aunque ya he hablado con ellos por medio del chat. Siempre charlo con todos los que pertenecen al club.
La noche transcurre rápida, recuerdo vernos bailar y saltar, beber y reír. Pero hay un momento de la noche en que pierdo a mis dos amigos y me encuentro sentado en un sofá intentando que no me de vueltas todo a mi alrededor. No sé cuánto tiempo pasa pero creo que me quedo dormido. Cuando despierto es Rober al que veo. Está pasándome un hielo desde mi cuello hasta mi pubis.
- ¡Qué frío! -Le digo.
- Había que despertarte, empiezan los juegos! - contesta Rober.
Me coge del brazo y nos reunimos en una sala donde había mucha gente haciendo un círculo. En el centro del círculo veo que están diez camareros, mirándonos, dándose la espalda entre ellos. Parece una obra artística, un conjunto, como si estuvieran todos conectados. Está claro que Rober los ha entrenado bien.
-Señores, espero que lo estén pasando bien. Quiero dar las gracias a todos por acudir a esta primera reunión en gran grupo, ya que siempre os habéis reunido para actividades de menos participantes. A todos nos une un sentimiento, una forma de vida en la que la ropa nos sobra y además todos admiramos el cuerpo desnudo masculino. No es por menospreciar a las mujeres, todos venimos de ellas pero estarán de acuerdo conmigo en que entre nosotros nos entendemos mejor. - expone Rober.
Los asistentes ríen y comentan entre ellos.
-Además, cuando el cuerpo se despierta no hay que tener vergüenza porque estamos entre tíos y por eso he elegido a diez camareros hombres, los cuáles, no me vais a negar, son verdaderos adonis. Todo esto es gracias al creador del club nudista para hombres, ¡Pablo!
Un fuerte aplauso y gritos comienzan a sonar en la sala. Yo no soy un hombre muy dado a las exposiciones en público, pero no me queda otra que decir unas palabras.
- Como ha dicho mi colega Rober, gracias a todos por venir. Cuando cree este grupo lo hice con la idea de compartir mi amor por la forma de vida en pelotas. Ha sido un camino a veces difícil porque había mucho amante del voyeurismo y sólo querían ver el cuerpo desnudo de los demás sin quitarse ni la camiseta, pero pienso que lo he conseguido. Seguiré luchando para que el club continúe creciendo como hasta ahora y formemos una comunidad con las mismas ideas que tenemos los que estamos en esta fiesta. ¡Viva el nudismo! ¡Viva los hombres en pelotas! - digo entre vítores.
Todos ríen, aplauden y se abrazan. Me felicitan y me siento el hombre más feliz del mundo.
- Bueno, dejémonos de sentimentalismo.- interrumpe Rober.
Los camareros sacan una bolas de una cesta como si de un sorteo de la TV se tratara y dicen: Número 4 y Número 9. El número impar pertenece a Edgar, el enfermero del rotulador. El número 4 lo lleva un señor de piel muy blanca llamado Ricardo. Tímidamente Ricardo va hacia el centro del círculo y Rober lo sitúa frente al camarero. La combinación llama la atención pues Edgar no debe tener más de 25 años, su piel depilada y rubio como un vikingo. Ricardo por su parte, debe tener entre 50 y 60 años, muy peludo. Rober le da a elegir entre 3 tarjetas y Ricardo escoge la azul. Edgar la abre con una sonrisa nerviosa y en ella solo aparece una palabra: "Masaje". Coge al invitado de la mano y lo lleva a una habitación.
Continúan saliendo unos cuantos invitados con sus respectivos camareros y todos se retiran a varias zonas del local.
El siguiente número que sale en el sorteo es el 5, el número de Adari, el camarero mulato. El invitado ganador fue Rober, que sonríe de forma traviesa. Mi amigo escoge la tarjeta roja, Adari la abre y lee en voz baja: " Sumisión". Rober se acerca a él y le da un beso en los labios. Lo sujeta del brazo y se lo lleva al sofá que se encuentra en el centro del local, donde yo me había quedado dormido una hora antes.
Creo que a mí amigo la organización de la fiesta se le ha ido un poco de las manos, pero no puedo quejarme, pues le prometí que estaría pendiente y no he podido finalmente.