Hacía tiempo que no estaba con una mujer y me apetecía mucho, pero no sabía muy bien como empezar a buscar, tenía la sensación de haberme quedado estancado en el mundillo de los hombres. Se me había roto el día anterior un zapato y ya no valía la pena arreglarlo, así que entré en aquella zapatería a ver si veía algo que me gustase. Enseguida vino una dependienta muy simpática a ofrecerme su ayuda, dudaba entre dos modelos y en 3 minutos me dio un máster en zapatería, pieles curtidas, suelas, cosidos, plantillas, etc. Pero no había mi número, me comenta que en 2-3 días me lo traía de otra tienda.
Efectivamente, a los 2 días me llama y paso a recogerlos a última hora al salir del gym. Me los pruebo, me quedan bien y me los quedo. Pago, ahí se me enciende un flash... me pongo muy nervioso y titubeando le pregunto si quiere tomar algo al salir. Mi sorpresa fue que me dijo sí. Fuimos a tomar un bocadillo con unas papas fritas y un jugo, hablamos de los trabajos, horarios hasta que la cojo de la mano, ¿te quieres venir a casa? me pregunta, eso aún me descolocó más pero accedí. Cuando llegamos a un apartamento pequeño pero muy acogedor, con muy buen gusto. Me dice que me ponga cómodo que se va a cambiar, yo todo nervioso no acierto más que a quitarme los zapatos y quedarme descalzo.
Enseguida apareció con una bata trasparente que dejaba ver un sujetador y braguitas de encaje muy bonitos, y que bien le quedaban, menudo cuerpo. Y este tonto que se queda con la boca abierta sin saber ni que decir ni que hacer.
En el sofá empezamos a besarnos, a desabrocharme la camisa, yo le quito la batita y le suelto el sujetador; otra vez me quedo con la boca abierta de par en par, unos pechos preciosos, redonditos, firmes, perfectos para mis manos.
Ella me desabrocha el pantalón y me quedo en calzoncillos, mientras mi paquete va creciendo por momentos. No puedo parar de besar y chupar esos pezones tan sensuales.
Continuo acariciando su cuerpo, su culito y decido llevar mi mano junto a su sexo. Ahí ya no abrí la boca, directamente se me desencajó la mandíbula, había un bulto y no pequeño. Ella se puso roja como un tomate y avergonzada me preguntó ¿no te habías dado cuenta en todo el tiempo? Solo pude girar la cabeza negando. Ella se empezó a poner nerviosa y yo por fin reaccionaba.
Sonreí mientras le cogía de las manos, no me importa, le dije. Yo vi una mujer que me gustó mucho y con la que me apetece estar. Le acaricié la cara mientras le apartaba el pelo largo y rubio. Así estuvimos un rato abrazados.
Decido romper el silencio confesandole que me gusta mantener relaciones sexuales con chicos, es algo muy placentero, no lo sabe casi nadie (solo uds.), si te sientes incómoda o molesta y prefieres que me vaya me lo puedes decir sin problema, pero no tienes que sentirte mal, al contrario.
¿Que te apetece? Me pregunta. Estar contigo, le respondo mientras le doy un beso en los labios. Ahí ya se relaja, vuelve a sonreír de nuevo, sus manos se deslizan dentro de mi calzoncillo mientras me lo quito. A continuación ella también se quita sus braguitas. Nos miramos, tenía un pene completamente rasurado como si nunca hubiese tenido vello. No pude evitar llevármelo a la boca. Ella empezó a hacer lo mismo conmigo, aquel 69 me tenía extasiado. Cogió unos condones y lubricante, me puse uno y empecé a penetrarla mientras agarraba sus pechos, al poco cambiamos los papeles.Tenía una polla de tamaño normal pero muy fina, era un morbazo, sentía su penetracion mientras sus pechos se movían dulcemente.
Después de corrernos me pregunta si me quiero quedar a dormir, asiento con la cabeza mientras respondo: me encantaría muchísimo. Los dos desnudos en su cama abrazados, no paré en toda la noche de llevar mi mano de su polla a su teta y de su teta a su polla; estaba como un niño el día de reyes, que quiere jugar con todos los juguetes a la vez; creo que no la dejé dormir en toda la noche.
A la mañana cuando sonó mi despertador le pregunté si me podía duchar, enseguida me dio una toalla, y cual sería mi sorpresa cuando al salir de la ducha me encuentro el café preparado y unas tostadas. Se lo agradecí mucho, no se tenía que haber molestado, no merezco tanto, me sentí alagado y a la vez algo incómodo, pero muy agradecido. Le dejé mi número de móvil por si quisiera quedar de nuevo, no solo sexo, sino un café, un cine...
No pude evitar desabrochar su albornoz, observarla desnuda, acariciarla... una sonrisa preciosa, unos pechos hermosos, un tipazo impresionante, había un pene y unos testículos sí, pero yo solo veía una mujer ¡y que pedazo de hembra! No pudimos evitar hacernos unas mamadas mutuas y despedirnos con un dulce beso en los labios...