Sexting en tiempos de Covid-19

La libertad, ese lujo que pasa desapercibido entre la cotidianidad, ese placer que no apreciamos hasta que nos es arrebatado. Cuesta creer que en nuestro tiempo estemos viviendo esta situación, pero no, no es una pesadilla surrealista propia de cualquier película, es la realidad que nos ha tocado vivir. Este caos sanitario ha arrasado con muchos aspectos de nuestra vida, pero hay algo que pasa inadvertido en los medios, pero para todas las personas que pueden leer esto, seguro que no, sobretodo para aquellas que tenemos que pasar este cruel encierro sin alguien con quien aprovechar el tiempo. Sí, hablo del sexo.

Los y las aquí presentes, somos amantes de esta maravillosa práctica que lejos de ser algo puramente físico, y entendido como un juego basado en el morbo, tiene un sin fin de posibilidades. Así nace esta historia, una historia en la que dos personas aisladas por las circunstancias se sirven de las tecnologías para saciar, de alguna manera, su sed de placer. Fue así como un inofensivo tonteo por wsp se convirtió en la mejor sesión de sexting que una servidora recuerda.

Ya en la tarde él me había advertido de que esa misma noche iba a hacerme vibrar, y vaya si lo hizo. Sabiendo que soy amante de los retos empezó el juego. Un audio llegó a mi teléfono. Voz suave y habla pausada que dejaba ver que no había ninguna prisa, sólo quería encender mis ganas y tenerme calentita para él... y otra vez un reto en forma de foto llegó a mi teléfono. Una imagen suya a la que respondí con una mía que dejaba entrever que no llevaba nada puesto. Su respuesta no se hizo esperar y me llegó su ropa retrada en el suelo, gafas incluídas, detalle que todavía no sé por qué marcó la diferencia en mi predisposición al juego, supongo que lo interpreté como desnudez y entrega total a lo que luego iba a suceder. Entonces preguntó qué me había gustado de su cuerpo en nuestros encuentros. A mis menciones él respondía con una foto más que sugerente... su boca, perfecta para moderla. Sus manos, simulando agarrar mi pelo como ya lo había hecho antes. Oí su voz pidiendo que me azotara como si se tratase de él mismo. ¡Hecho! Fue ahí cuando otro audio, que describía sensualmenete cómo quería sacar mis braguitas con su boca, hizo que una foto con ellas a medio sacar y mi coñito cerrado, saliera de mi habitación a la suya, seguida de un vídeo que le enseñaba cómo su control de la palabra y de la situación me habían empapado y empujado a tocarme sin pudor alguno para él. Yo, absorta, seguía escuchando y siguiendo sus indicaciones, quería masturbarme cómo él lo hubiera hecho. Entonces la vibración de mi teléfono me devolvió a la realidad, un video suyo arrodillado frente a la cámara. Con una mano contra la pared y la otra sujetando su enorme polla, simulaba follarme duro, sabe que me encanta. Lo que vi me enloqueció, realmente pude revivir sus embestidas. Luego otro, esta vez acostado boca arriba, era mi turno de recordarle cómo se la chupaba y cómo cabalgaba subida en su gran miembro. Y así, entre audios y videos llegamos a ese ansiado punto de no retorno en el que el placer se apoderó de nosotros, casi al mismo tiempo.. y cómo no, la última imagen, la de su cuerpo cubierto de ese rico manjar con el que me hubiese encantado jugar. Pero sin duda me quedo con una frase: "he tenido polvos peores que esta paja".

Esto me hizo entender que el sexting puede ir más allá de una simple foto o un video. Es cuestión de morbo, de ponerse en situación, de jugar con las ganas, de evocar sensaciones...