Las zonas turísticas siempre me han parecido aburridísimas: mucho plástico, mala comida y un café asqueroso a un precio excesivo. Pero allí estaba yo, en un bungalow del sur de la isla con mi libro, mi cerveza y mi protector solar intentando relajarme un poco y rebajar el estrés del curro.
A media mañana una familia de guiris casi en la cincuentena y sus dos hijos llegaron al bungalow enfrente del mío acompañados por uno de los conserjes. Me fijé en que los padres eran muy guapos, pero quien me atrajo sin ninguna duda fue el hijo mayor: veintipocos años, no muy alto, de piel muy blanca, pelo corto, una boca muy sensual y bonitas piernas. Luego descubriría que otras partes de su cuerpo eran también bonitas.
Al poco de ocupar su apartamento salieron, ya vestidos para darse un baño en la piscina, los padres y la hija adolescente. El chico se tumbó, indolente, en una hamaca con una botellita de agua, gafas de sol y auriculares. Se había cambiado los vaqueros cortos por unos pantalones de deporte que dejaban ver mucho mejor unos bien moldeados muslos ligeramente velludos; y se divinaba un atrayente bulto cerca de ellos. Esa era toda su indumentaria. Yo, disimuladamente, lo escaneé: unos brazos carnosos, unos pezones rosados y una suave barriguilla que no podía dejar de mirar. No sé (luego lo supe) si se había percatado de mi interés, pero orientó la tumbona hacia mi terraza, separó un poco las piernas, se subió el pantalón, exponiendo bastante más las piernas, y se acomodó el paquete. Yo llevaba puesto un bañador tipo slip, así que lo imité separando las piernas y sobándome distraídamente.
Unos minutos más tarde entró en su apartamento y reapareció desnudo con el pantalón de deporte en la mano, lo colgó del tendedero y se puso, a la vista de todos (o sea, de mí) un bañador mínimo. Cerró con llave la puerta de la terraza y se encaminó a la piscina. Aproveché para ir al baño y me percaté de que estaba totalmente húmedo. La situación me había excitado un mogollón. Pensé si me debería masturbar, pero, en vez de eso, me di una ducha. Mientras paseaba desnudo por mi bungalow oí que la familia regresaba de su baño de bienvenida. Todos entraron a ponerse ropa seca menos el chico, que volvió a tumbarse mientras miraba, ya sin cortarse un pelo, si me veía. Yo me situé en un punto en el que solo podía verme él, fingiendo que todo era accidental. Volvió a acomodarse el paquete sin perderme de vista. Yo me toqué un poco hasta dejármela morcillona y pude ver que él, simulando que estiraba el bañador, me enseñaba descaradamente la polla y los huevos rasurados.
No tenía ni idea de a dónde llevaba todo eso, pero no podía dejar de jugar; estaba totalmente hechizado. Me metí a la cocina fantaseando con que él entrara en mi salón, pero no lo hizo: era la hora de hacer la compra para las vacaciones. Yo aproveché para acercarme a la piscina y al bar a rebajar el subidón.
Una hora larga más tarde reaparecieron todos cargados con las bolsas del supermercado. Intuí que el chico me había visto a pesar de llevar puestas sus inseparables gafas de sol. La confirmación la tuve apenas veinte minutos más tarde cuando apareció por el bar y se sentó cerca de donde yo estaba a tomarse una cerveza. Reanudamos nuestro juego de "ahora me toco yo, ahora te tocas tú" hasta que se levantó y, siguiendo los carteles del complejo, se dirigió al servicio. Intentando disimular la erección lo seguí; cuando llegué el baño estaba aparentemente vacío, pero él estaba discretamente escondido en la última cabina. Me agarró de la mano, me empujó dentro y cerró rápidamente. Nos comimos la boca, nos agarramos y nos pegamos todo lo que pudimos, nos acariciamos el culo y nos hicimos una guerra de espadas épica. Nos la sacamos mutuamente y nos pajeamos como si no hubiera un mañana. Alternamos lo de comérnoslas, nos chupamos de arriba abajo, especialmente los pezones... Nos corrimos mientras nos besábamos intentando no hacer mucho ruido. Nos quedamos así un minuto hasta que recuperamos el control del cuerpo; nos limpiamos el uno al otro y salimos de allí, no sin antes comerle un poco más sus preciosos pezones.
Regresé a mi mesa, apuré la cerveza y volví, ahora sí, a mi bungalow a darme otra ducha y tumbarme un rato a dormir una siesta deseando que se hiciera de noche y todos en su bungalow se durmiera.
lp50nudista | 13/04/2020 15:21
Gracias.