Desescalada de una noche - Segunda parte

Desescalada de una noche - Segunda parte

Cuando regresé al salón, vestida sólo con una camisa negra larga con el cuello lo suficientemente ancho como para que dejara al descubierto el tatuaje que llevo desde la clavícula hasta el centro de la espalda y que tanto le pone, me encontré en el suelo, delante del sofá, el colchón de la cama. La estancia iluminada por dos velas y la tenue luz de la lamparita. También había encendido una varilla de incienso y puesto música relajante de fondo. Él, con un pantalón corto gris que deja ver que no llevaba nada debajo, estaba apoyado en la encimera, liando uno de esos cigarrillos prohibidos. Fue como viajar al pasado, volver a esa adolescencia en la que nos conocimos y donde todo esto empezó. Me senté a un lado de nuestro improvisado lecho, justo frente a él. No podía dejar de observarlo de arriba a abajo, de alante a atrás… ¡Cómo me pone el cabrón! Cuando nuestras miradas se encontraron, en mi cara se dibujó una malévola sonrisilla y haciendo un pequeño gesto con la cabeza le pedí que se acercara. Según él seguía mis indicaciones, yo me fui poniendo de rodillas. Quería jugar un poco y complicarle la tarea que llevaba a cabo con sus manos. Tiré del pantalón y su polla, ya dura porque sabía lo que iba a ocurrir, quedó a la altura de mi cara. Empecé a masajearlo poco a poco mientras lo miraba de forma pícara. “Sigue liándotelo”, le dije, soltó una risotada tensa y en cuanto se dispuso a ello, mi boca tomó el control de nuevo. Suave y despacio, pero con toda la profundidad que soy capaz de aguantar. Una y otra vez mi boca lo devoraba, mis labios y mi lengua degustaban cada recoveco de su masculina anatomía. Sentía la vibración de sus músculos contrayéndose y me excitó a tal punto que mientras una de mis manos me ayudaba a contener los bruscos movimientos que había empezado a hacer fruto del placer, con la otra, no podía evitar jugar con mi clítoris. Me encanta cuando me folla la boca.

No pudo terminar de hacerse el cigarro, el ansia por sentirse dentro de mí se lo impedía, así que lo soltó y vino directo hacia mí. Con la posesión que sabe que me gusta, me agarró fuerte de las mejillas, se acercó y con un “te vas a enterar”, me mordió los labios y, aún de rodillas sobre el colchón, me hizo apoyar el torso sobre el sofá, que hace las veces de cabecero. Con la cara enterrada entre los cojines, sentí cómo sus manos abrían mis piernas para darle acceso a mí. Recorrió con su mano desde mi monte de Venus hasta mi culo, yo me retorcía y me movía para que supiese qué es lo que quiero, y no me hizo esperar. Notaba cómo su glande irrumpía en mi vagina poco a poco, volví a sentir que me desarma por dentro. Se agarró de mis caderas y empezó a follarme sin contemplación. Una y mil embestidas que no quería que acabasen jamás… Ambos estábamos cerca del orgasmo, por ello paró su ataque a mi sexo y, tras lubricarme un poco con su lengua, fue el momento de saciar sus ganas de mi culo. Me llena de una manera exagerada. Me vuelve loca su forma de follarme. Sin darme cuenta, tocándome mientras lo hacía, un orgasmo brutal me sorprendió. Mis gemidos y la reacción de mis músculos, le informaron de que me había llevado a lo más alto del placer, y fue entonces, cuando se entregó al suyo, dejando en mi interior su brutal corrida. Desechos en el colchón, aún jadeantes y encharcados en sudor, no podíamos evitar reír al mirarnos. Nos lo pasamos como enanos cuando estamos juntos.

Tras pasar nuevamente por la ducha, volví a la cama. Era su turno de refrescarse. Al salir y verme, pude ver en su rostro una sonrisa, pues me encontró tumbada boca arriba, con la cabeza apoyada en el sillón y las piernas abiertas mientras, sin atisbo alguno de pudor o vergüenza, me masturbaba para su entretenimiento. Hizo por acercarse a participar de mi juego, pero lo frené diciéndole “¿tú no te estabas haciendo algo? Termina”. Acabó de liarse el asunto pendiente, me lo dio para que lo encendiera y mientras aspiré la primera calada, su boca invadió lo que mi entrepierna escondía. Su lengua trasteaba en mi coñito mientras yo me entregaba al disfrute que, tanto él, como el THC, me proporcionaban. Me sentía en la gloria. David sabe perfectamente cómo me gusta que me coman, despacio, con calma, jugando y lamiendo mi clítoris sin prisa alguna. Solté lo que tenía en la mano y tiré de él hacia mí. Quería degustar mi sabor en su labios. Le comí la boca subiéndome sobre él e introduciendo su polla hasta lo más profundo de mi ser. Lo hundí en mí, hasta que nuestros pubis se encontraron, y empecé a moverme despacio mientras enterraba su cara en mis pechos. Mi ritmo fue acelerando por momentos. El roce de mi clítoris sobre su piel, su enorme polla llenando mi coñito y el morbo que me producen nuestros gemidos y jadeos, propiciaron que no tardara mucho en correrme de nuevo, ¡qué puta maravilla! En cuanto advirtió que había alcanzado el clímax, me agarró de las nalgas para propinarme una serie de fuertes empujones que lo llevaron a llenar mi, aún palpitante, vagina con su semen. Permanecimos ahí durante un instante, recuperando el aliento y sintiendo cómo, todavía con su miembro encajado en mí, su esencia emanaba de mi interior.

De nuevo, ambos pasamos por el poder revitalizador del agua.. tocaba descansar un poco, hidratarnos, reír, fumar… Era el momento idóneo para poner una peli y relajarnos un ratillo. “Eres medio friki así que puedo poner cualquier cosa, ¡qué guay!”, me largó mientras buscaba en el portátil algo que poner. Yo no hacía sino recorrer su cuerpo una y otra vez. “¡Qué culazo se gasta el niño, joder!”, pensaba yo admirando las vistas.

Inmersos en esa burbuja que nos transportaba al pasado y, al mismo tiempo, nos alejaba de la situación de estas semanas atrás, nos tumbamos como los adolescentes que sentíamos que volvíamos a ser para ver la película. Y os prometo que lo intentamos, hicimos lo posible por seguir el guión, pero no pudimos, ambos tenemos unas manos demasiado inquietas. Un roce que invita a una caricia. Una caricia que implica una mirada. Una mirada que llama a un beso. Y así, nos perdimos el uno en la boca del otro durante minutos. Me encanta como besa, el cómo su lengua me invade, el cómo muerde mis labios y el cómo sabe su saliva con la mía.. Antes de darnos cuenta, ya nuestros cuerpos estaban buscándose. Recostado sobre mí, me besaba a la vez que su mano exploraba mis rincones. Su mano se perdió en el interior de mis braguitas y yo me entregué a que hiciera lo que quisiera conmigo, si hay algo que se nos dé bien juntos, es dejar que las cosas fluyan por sí solas. En contraste con sus grandes y fuertes manos, sus dóciles movimientos me llevaban al limbo. David sabe bien dónde y cómo tocar a una mujer o, al menos, a esta mujer. Arrodillado a mi lado, estimulaba mi clítoris con suavidad dejando caer un poco de su saliva, introducía sus dedos en mi vagina con toda la profundidad que le era posible. Con su otra mano buscaba mi pechos, los agarraba con ansias y retorcía mis pezones lo justo para que un gemido escapara de mi boca. Mi cuerpo se contorsionaba al ritmo de su juego. No pude remediarlo y, pasando mi mano entre sus piernas flexionadas, alcancé su duro miembro y comencé a masturbarlo con suaves movimientos acompañados por pequeños giros de muñeca a lo largo de éste. El asedio de su boca a la mía volvió en un intento por ahogar nuestros gemidos, ya no eran horas para armar escándalo. Nuestros toqueteos dieron paso a nuestras bocas, dibujando en aquel colchón ese conocido y morboso número que tanto gusta. Con él tumbado sobre mí y su polla irrumpiendo en mi boca salvajemente, tuve que servirme de mis manos para contener sus devastadores movimientos al tiempo que complementaba lo que ya le hacía con un estimulante masaje en su miembro. Él se recreaba con mi clítoris, lamiéndolo y succionándolo con maestría mientras con sus dedos penetraba mi coñito y mi culo sin reparo. Permanecimos en esa matemática posición durante bastante tiempo, disfrutando, explorándonos, degustándonos, no teníamos ninguna prisa, hasta que el placer volvió poner a prueba nuestro límite. No pudo más y tras algunas empelladas, alzó la cadera como pudo para que su corrida bañara mis senos. El morbo que eso me produjo, unido a la intensidad con la que me devoró mientras lo hacía, hicieron que no tardara mucho en deshacerme de nuevo en un gran orgasmo. Muy pocas veces en mi vida he logrado correrme tantas veces, pues muy a mi pesar, no soy multiorgásmica. Quizás fuera la impuesta sequía por la que había pasado, o simplemente, que David me tiene el truco pillado, el caso es que por tercera vez en las varias horas que llevábamos juntos me había hecho correr.

Ya aseados y entre las risas pícaras que estas situaciones siempre nos generan, volvimos a poner la película desde donde habíamos perdido el hilo. Vamos, desde el principio. Yo me acomodé en el centro del colchón y él se tumbó en el sillón para terminar de aspirar las últimas caladas del cigarrillo de antes.

Unas cuantas escenas después sentí que algo estaba pasando detrás de mí. Me giré adivinando lo que era. “Yo no me creo que tengas más ganas de fiesta” le dije divertida. “¡Es que no te puedo mirar, pequeñaja!” replicó como culpándome a mí por el mero hecho de estar allí. Me gusta que me llame así. Sólo es un año mayor que yo, pero le hace gracia el hecho de que yo no llegue al 1’60 de altura, mientras él ronda el 1’80. A mí me hace sentir aún más enana y, a su lado, eso me encanta. El caso es que su ligero y holgado pantalón corto me permitía intuir que debajo se hallaba una nueva y latente erección de mi escultura de mármol viviente.

Me sentí como una chiquilla traviesa y quise atormentarlo un poco. Me arrodillé, crucé mis brazos sobre el sofá y apoyé mi cara sobre ellos justo a la altura del bulto de su pantalón, como una niña que espera entusiasmada su cuento de buenas noches, solo que iba a ser yo quien lo contase. Con una amplia sonrisa angelical, aunque mi demonio interno pujar por salir, lo miraba a los ojos desde mi posición. Lo tentaba mientras él se tocaba por fuera de la fina tela que cubría su sexo. Los dos sabíamos lo que iba a pasar, pero esos juegos previos, ese tonteo infantil, nos encanta, al fin y al cabo, estábamos en nuestra máquina del tiempo.

El flirteo fue caldeando el ambiente y su dureza era cada vez más difícil de mantener dentro de la prenda. Tuvo que liberarla. Mis ojos me delataron, quería jugar con ella. Me recoloqué para poder alcanzarla y tomándola con la mano, la introduje en mi boca todo lo que pude. Apretaba bien fuerte los labios sacándola despacio, sé que lo vuelve loco. Y vuelta a empezar, una y otra vez, mientras frotaba su polla con una mano y sus testículos con la otra. Buscaba provocarme las arcadas que me hacen salivar metiéndola hasta que mis labios casi rozaran su pubis. ¡Cómo disfrutaba el chaval! ¡Cómo disfrutaba la chavala! Como si el tiempo no pasase, me dediqué a su polla por completo. La lamía desde la base hasta el glande y acaba metiéndomela entera en la boca, repitiéndolo varias veces, siempre con toda la parsimonia del mundo. Dejaba caer mi saliva y recreaba mi vista jugando con ella. Podría pasarme horas allí, deleitándome con su cuerpo y su sexo. De vez en cuando aumentaba el ritmo invitándolo a que me sostuviese la cabeza y me follase duro la boca, me pone como una moto. Esto hacía que la saliva se me acumulase para luego derramarla sobre él. Despegar mi boca de su polla, pero que queden unidas por ese hilo cristalino es algo excesivamente excitante para mí. Tenía la mano empapada. Partía con mi lengua casi desde mi muñeca, recogiendo la mezcla de saliva y fluídos que se desbordaba sobre mi mano, hasta llegar de nuevo a su glande, recorrerlo con mi descarada lengua y volver a merter su duro pene en mi boca.
Pocas veces en mi vida he disfrutado tanto con una felación, y sé que él también lo hizo, pues cuando quise darme cuenta, la rigidez de su cuerpo me avisaba de que estaba a punto de correrse. Avivé mis movimientos esperando mi regalo, que no se hizo esperar.. en mi boca, en mis labios, en mi cuello, en mi pecho.. estaba cubierta por todas partes, ¡qué puto morbazo!

Ahora sí, limpitos y relajaditos, nos fuimos a dormir, tan sólo quedaban tres horas para que mi despertador sonase. Así como sólo faltaban cuatro días para que la desescalada comenzase, aunque nosotros ya hubiéramos pasado esa noche por cuatro magníficas fases.

Publicado por: lapetitemort
Publicado: 29/05/2020 14:22
Visto (veces): 362
Comentarios: 7
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Comentarios (7)

armani | 03/06/2020 13:19

Muchas gracias por dejarnos disfrutar con tu relato, confieso que sabe a poco aún siendo largo y en dos partes. Cuatro orgasmos en culo, coño, tetas, boca no es muy habitual en una sola noche, creo que David es muy afortunado y a la vez tu también lo eres. Esperamos con ansiedad el siguiente relato, no nos dejes ahora que ya encendiste la mecha con esa pasión que los cuentas. Un beso.

carlosgc43 | 01/06/2020 20:44

Que rico relato y que bien contado

soniacd | 31/05/2020 20:44

Gracias por tu relato... tu si que sabes 😉

david1979 | 30/05/2020 08:45

Muy buen relato 👏🏻👏🏻👏🏻

lois-y-peter | 30/05/2020 06:56

Magnifico relato. Impresionante experiencia. Muchísimas gracias por compartirlo con nosotros

atrevidosbrasil | 29/05/2020 18:57

Tu si que sabes disfrutar, muy bien relatado, felicitaciones

mistercat | 29/05/2020 18:08

Creo que voy a llamar a las autoridades. ¿A quién se le ocurre saltarse el confinamiento simplemente para tener... 4 orgasmos en la misma noche??? xD Buen relato, bien escrito y narrado. Congrats.

lapetitemort | 29/05/2020 18:21

Si me delatas y me llega la multa, te pasaré la cuantía para que me la pagues jajajajaja. Merci beaucoup! =)

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