Hola, maravilloso mundo del sexo

Hola, maravilloso mundo del sexo

Y allí estaba yo, en los comienzos de la tan ansianda adolescencia con mis catorce tiernos años. Justo en ese punto en el que sabes que no eres un cría, pero en el que tampoco te van a considerar una adulta, o eso creía yo.

Siempre he sido una persona muy familiar. Pese a que no pude ejercer mucho de hermana mayor porque nos llevamos muy poco tiempo entre los tres, sí pude hacerlo con mis primos. De una u otra manera, los cuidé a todos. Los llevo, literalmente, tatuados.

El día que todo empezó celebrábamos el cumpleaños del más pequeño de ellos (mi cuchilobo consentido). Estaba toda la familia y algunos amigos y vecinos.

Junto a la zona donde se reunían los adultos alrededor de las mesas, había un inmenso estanque vacío que los niños usábamos como improvisado campo de fútbol. Bueno, yo ya no, yo ya me creía mayorcita para eso y me dedicaba a cuidar de mi minicumpleañero. Sentada con él en mi regazo veíamos al resto jugar.

Lorenzo, el guapo vecino de veintinueve años que vivía con su novia Angustias frente a los padres de mi enanito, se acercó a ver cómo iba el partido. Entre risas y comentarios absurdos, lo puse al tanto del marcador.

Recuerdo que yo llevaba puesta una camisa de asillas con un escote redondeado que dejaba ver las marcas del bikini que el sol del verano había dejado en mis, ya desarrollados, pechos. Él también recabó en ellas, haciéndomelo saber al tirar un poco hacia abajo del borde de mi camisa con su dedo índice y recorrer con éste la costura desde un extremo hasta el otro y en ambos sentidos, rozando mis tetas, mientras sus enormes ojos verduzcos y su sonrisa maquiavélica erizaban cada centímetro de mi cuerpo. Colocó de nuevo mi prenda en su sitio, asegurándose de tapar mi sujetador, pues había quedado un poco al descubierto. Me guiñó un ojo y volvió con el resto de mayores.

Aún incrédula, nerviosa y sin apenas reaccionar, sentí que en mi estómago se formaba un torbellino de emociones, deseos, dudas.. ¿Qué coño acababa de pasar? ¿Habían sido cosas mías? ¿De verdad me había metido mano aquel hombre? ¿Se había acercado sólo a eso o fue algo que ocurrió sin más? No estaba segura de que esas hubiesen sido sus intenciones, pero sí tenía dos cosas claras en mi cabeza burbujeante. Me había dejado como una moto y quería que volviera a ocurrir.

Mis impulsos sexuales despertaron muy pronto en mí. Desde muy niña sentía curiosidad por mi cuerpo. Incluso mis Barbies se montaban unas divertidas bacanales guiadas por mi imaginación. Por ello no me sorprendió que aquella situación que acababa de vivir me dejase con las pulsaciones a toda velocidad y con ganas de más, pero necesitaba saber si me lo había imaginado. A esa edad yo era una hormona con patas que se ponía cachonda hasta con el roce del aire y debía asegurarme de que aquello no era una distorsión de la realidad causada por mi pervertida mente.

Traté de sosegarme y normalizar mi respiración antes de volver con los demás. Miraba cada tres segundos hacia la pequeña cuesta que había que salvar para llegar a la carretera que llevaba a donde yo estaba y que imposibilitaba que alguien hubiera sido testigo de aquel momento. Esperaba, deseaba... ansiaba que volviera y repitiera lo que ya había hecho. Pero no pasó. Así que con el hombrecito que cumplía tres añitos en brazos, me reuní con los demás, ya no me interesaba el partido de fútbol.

Traté de comportarme con normalidad, pero inevitablemente, mis ojos lo buscaban, y si nuestras miradas se cruzaban, me sonreía como si supiese perfectamente todo lo que pasaba por el hervidero que era ahora mi cabeza.

Muchos fines de semana me queda a dormir en casa de mis tíos. Adoraba estar con mi pequeño y su hermana de siete años, pero ese ya no era el único motivo para hacerlo. Lorenzo, había despertado algo en mí. Necesitaba averiguar qué había sido aquello.

Dada la amistad que existía con los vecinos, era habitual que éstos pasaran de vez en cuando por casa de mis tíos. Un café a media tarde, alguna charla desde la ventana… pero lo que más esperaba yo desde aquel contacto eran las noches de Rummikub. Largas veladas acompañadas de ron y crema catalana en las que ellos cuatro jugaban en la mesa de la cocina mientras yo iba y venía entre ésta y el salón, donde me entretenía con los peques hasta que se dormían. En ocasiones anteriores, simplemente, quería sentirme una adulta más, pero después de aquello, sólo pretendía cruzarme con él, buscaba sus ojos, recorría con los míos cada milímetro de su rostro, intentaba provocar algún tipo de reacción. Y lo conseguí.

Esa primera noche de juego tras lo sucedido, ya los niños fritos en el sofá y yo aprovechando a ver algo que no fueran dibus, pero con la atención puesta en la estancia de al lado (donde los adultos se divertían), sentí unos pasos que creí que se dirigían al servicio, sin embargo se desviaron hacia donde yo estaba sentada, de espaldas al pasillo que recorría el piso de desde la entrada hasta la última habitación. De pronto, una mano, su mano, se deslizó por mi pecho e invadió el interior de mi pijama, entreteniéndose con mis senos, intencionadamente, libres de sujetador, al tiempo que me susurró al oído “llevaba toda la noche queriendo hacer esto y sé que tú también, Alba”. Me dio un suave beso en el cuello y volvió a la partida. Yo, que no me había atrevido siquiera a volver la cara para mirarlo, me quedé petrificada, con la mirada al frente fija en ninguna parte y la espalda rígida, pero nuevamente, cachondísima. Mi pijama se movía con el pulso de mi sangre, podía ver, casi literalmente, como mi acelerado corazón palpitaba, al igual que mi coñito. Dudas despejadas. No habían sido cosas mías, el vecino me había metido mano.

Con la excusa de los peques, pasé de quedarme los fines de semana a, prácticamente, vivir en casa de mis tíos. Quería verlo, quería que me viera… quería más. Me obsesioné con aquel portón del garaje bajo la casa de sus padres, al fondo del cual estaba la entrada de la suya. Me sentía como una perra bajo el condicionamiento de Pavlov cada vez que oía cómo se abría.

Poco a poco, visita tras visita, a aquellas incursiones furtivas de sus manos a mi cuerpo se unieron besos desesperados y tocamientos que sabían a poco en mi, aún virgen, sexo. Esos segundos en los que aprovechaba cualquier descuido para manosearme y devorarme eran lo que yo más ansiaba durante el día. Adoraba lo que ese hombre me hacía en el salón, el pasillo, el cuarto del peque o donde fuera. Y me encantaban los nervios y excitación que me provocaba el hecho de que los demás estuvieran a escasos metros, ajenos a todo.

He de reconocer que su novia Angustia era un encanto de niña. Guapa e inocentona. Era la época en la que empezaron a salir los grabadores de CD’s en los ordenadores y ella me grababa muchos. Era el pretexto perfecto para ir a su casa, pasábamos horas eligiendo canciones. Empecé yendo con ella, pero no pasó mucho tiempo antes de que usara esa misma excusa para ir con él. Me llamaba y yo iba sin pensarlo. A veces decía ir a casa de dos amigas que vivían en la calle posterior, donde había otra entrada a la casa de Lorenzo. Nadie sospechaba nada, ¿a quién se le iba a ocurrir? Él trabajaba en su propia finca, por lo que no tenía un horario que cumplir, al contrario que Angustia. Todo era perfecto, sabíamos que nadie nos iba a interrumpir.

Pasaban las semanas y nuestros encuentros eran cada vez más frecuentes e intensos. Yo no veía la hora de que aquel hombre, que me dejaba sin aliento con cada beso y me hacía empapar las braguitas de puro deseo con cada caricia, me follara. Estábamos ya en octubre y hasta el momento sólo nos besábamos salvajemente y nos tocábamos. Él disfrutaba lamiendo mis tetas y mordisqueando mis pezones. Le gustaba también acariciar mi coñito, mojarlo con sus dedos llenos de mi saliva. Lo hacía suave y despacio. Alguna vez mis caderas buscaban más y él no podía resistir las ganas, así que metía su dedo corazón en mi interior. Si bien sus besos eran bruscos y posesivos, cuando me masturbaba era dulce y pausado. Sabía que nunca había estado con nadie y quería prepararme para él. Por mi parte, adoraba jugar con su miembro. Su enorme y delicioso miembro. Lo tocaba mientras me comía la boca y disfrutaba cuando con un sutil toquecito en mi nuca y una sonrisa ladeada, me invitaba a comérsela. Era una niña obediente que quería tenerlo contento, pues sabía que así, él me tendría contenta a mí.

Siguieron pasando los meses y nosotros continuábamos guardando nuestro maravilloso secreto. Nos besábamos, nos tocábamos, nos comíamos… hasta que llegó el día que yo tanto esperaba. Por la mañana me había dicho que estuviera preparada sobre las 16:00, que me iba a llevar a dar un paseo. Y así lo hice aún sin saber muy bien cómo, pues yo no sabía qué excusa poner para salir. En eso llegó él a tomar café. Yo no entendía sus planes, estaba un tanto descolocada. Se estaba despidiendo ya cuando le oí decir que se iba a la casa rural que un amigo le había dejado a cargo, iba a limpiar unas cosas. Entonces, con toda la naturalidad del mundo me preguntó, “Alba, ¿quieres venir a verla?”. ¡Claro que quería ir! Hubiera ido a cualquier sitio con él. Yo miré a mis tíos buscando su permiso. “¡Vete muchacha! Qué vas a hacer aquí aburrida!”, espetó mi tía. Mi estómago, una vez más se hizo un nudo.

Durante el trayecto, de unos 15 minutos, Lorenzo se había encargado de hacerme mojar las braguitas. Metía sus dedos por dentro de mi pantalón y mi ropa interior, jugueteaba con mi clítoris y volvía a sacarlos, húmedos, para inhalar mi aroma y, posteriormente, saborearlos. También me los ofrecía a mí, que sin dudarlo, hacía lo mismo que él. Le encantaba, y eso me excitaba cada vez más. Cuando llegamos a aquella hermosa casita yo aún no sabía lo que me esperaba. Estaba tan nerviosa sabiendo que teníamos todo el tiempo del mundo que no recuerdo casi nada de aquel lugar. Toda mi atención se dirigía a aquel hombre.

Entramos en una especie de habitación de invitados. Una cama con pulcras sábanas blancas llenaba parte de lugar. Y sobre ésta, una gran ventana que permitía ver el mar a lo lejos. El resto de los detalles, si alguna vez llegué a retenerlos, se han ido borrando con el tiempo.

Lorenzo advirtió al instante que mi cuerpo temblaba por los nervios. Se acercó a mí, me besó y, sentándose sobre el borde de la cama, me colocó de pie entre sus piernas. Sin dejar mi boca, sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Acariciaba mi espalda, apretaba mis nalgas con sus enormes y viriles manos, buscaba mis pechos… por mi parte, mis uñas en su espalda y el cómo me agarraba de su pelo, le hacían saber lo caliente que me estaba poniendo. De vez en cuando gemía cerca de su oído, lo volvía loco. Desprovista de mi camiseta y mi pantalón vaquero corto, quedé ante él con un conjunto de sujetador y tanguita de encaje blanco, elegido expresamente para él. Se sentó un poco más adentro de la cama, justo hasta donde el borde de ella coincidía con la articulación de sus rodillas. Al cogerme por la parte posterior de mis muslos entendí que quería que me sentara a horcajadas sobre él. Puse mis tetas en su cara mientras me aferraba a su cuello y me movía sensualmente como si estuviera penetrándome despacio. Él, aún con los vaqueros puestos, pero ya sin camisa, acompañaba cada uno de mis movimientos sujetándome por las caderas. Cuando él quería apretarme fuerte contra su, ya duro, pene subía sus manos hasta el centro de mi espalda, haciendo que ésta se arqueara ligeramente y que de mi garganta se escapara un fuerte gemido provocado por el roce de nuestros sexos aún cautivos. Se dejó caer hacia atrás, quedando tendido sobre la cama conmigo sentada sobre él. Metiendo sus manos en la cara interna de mis muslos, me atrajo casi a gatas hasta su boca. Con mis rodillas a los lados de su cabeza, miraba hacia fuera disfrutando de cómo Lorenzo recorría con su lengua cada rincón de mi empapado coñito. No podía dejar de moverme, jugar con mis pezones, gemir… inevitablemente los espasmos que anunciaban el clímax se apoderaron de mi cuerpo y sin poder hacer nada para evitarlo, con sus ojazos clavados en los míos, me dejé llevar por un orgasmo tan intenso que me hizo apartarme de donde estaba. Mis piernas temblorosas no podían aguantar más aquella posición. Aún aturdida de placer, adiviné sus intenciones, era su turno. Era el momento. Se puso en pie y vi la lujuria en su mirada. Me escudriñaba de una forma en la que nunca lo había hecho. El estómago me dio un vuelco cuando vi cómo se mordía el labio inferior mientras desabrochaba su cinturón y el botón de su vaquero. Terminó de desnudarse, regalándome una visión perfecta de su erguida polla. No dejaba de mirarme y sonreír con malicia. Tiró de mí por los tobillos, acomodándome para recibirlo. Abrió mis piernas y humedeció aún más mi coñito. Se tumbó sobre mí e introduciéndome dos dedos, me preguntó al oído: “¿Estás lista nena?”. Yo asentí sin mediar palabra, por fin había llegado la hora. Él continuó: “Relájate e intenta disfrutar tanto como lo haré yo”. Al escuchar esas palabras, casi por instinto, mis piernas se abrieron totalmente para él, le estaba dando paso a que tomara mi virginidad. Se arrodilló ante mi expuesto sexo, volvió a recorrerme con lascivia en la mirada y ayudándose con la mano separó mis labios para que su glande encontrara el camino hacia mi interior. Poco a poco y cada vez más adentro. Sentí algunas molestias que ya esperaba, pero eso no me impidió seguir adelante. Veía el placer en su rostro y con ello disfrutaba yo. Sus penetraciones empezaron siendo lentas pero profundas. Mentiría si digo que sentí un placer apabullante, simplemente gozaba sabiendo que él me estaba tomando por completo por primera vez. A medida que mi coñito se adaptaba a él, la intensidad aumentaba. Algún movimiento brusco me hacía soltar un ligero quejido llamando su atención, pero yo lo tranquilizaba, no quería que parara. Sólo podía pensar en que aquel maravilloso hombre me estaba haciendo suya. De alguna manera, sentía que él me había estado preparando durante este tiempo atrás para su disfrute y esta era mi prueba de fuego. Esta idea me excitó tanto que unas palabras salieron de mi boca automáticamente, “¡fóllame!”. Sentí que cogió aire profundamente. Salío de mí y me puso a cuatro sin pensárselo dos veces. De nuevo mirando hacia fuera a través de la ventana, me movía buscando su contacto. Al no encontrarlo, giré la cabeza y lo encontré mirando con deseo lo que esa posición le ofrecía mientras se tocaba. Al verse sorprendido, me propició dos fuertes nalgadas, aún no sé si como castigo o como premio. Su mano se quedó en mi nalga y tras manosearla con ansias, volvió a penetrarme hasta el fondo. De nuevo empezó suave pero enseguida aceleró las embestidas, ciego por el morbo de saber que era el primero. “¿Querías que te follara?”, me preguntó con tono recriminatorio. “¡Sí!”, le respondí desafiante. De pronto estaba siendo empalada sin piedad por aquel animal que no había conocido.
Gritaba y chillaba, mezcla de placer y dolor, pero estaba excitada a niveles que yo misma desconocía. Los jadeos de Lorenzo, junto con el sonido de nuestros cuerpos al chocar, retumbaban por la habitación. Otra nalgada, acompañada de un gruñido seco, me hicieron intuir lo que iba a pasar. Aferrado a mi cadera, me penetró hasta que no pudo más, me empujó hacia delante y se corrió sin control sobre mí, aún en esa perruna posición y asimilando lo ocurrido. Nos tumbamos los dos en la cama tratando de normalizar la respiración, sin dejar de mirarnos, sonreírnos, resoplar… Algo en mí había cambiado en aquel momento. Era consciente de que a partir de ahora nuestra historia iba a ser diferente, nuestros encuentros iban a subir un escalafón, iban a mejorar e iban a ser muchos más… Acababa de adentrarme en el maravilloso mundo del sexo.

Publicado por: lapetitemort
Publicado: 06/06/2020 02:07
Visto (veces): 502
Comentarios: 19
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Comentarios (19)

laika | 17/11/2020 13:51

Muy interesante 😉

morenito1989 | 29/09/2020 08:34

Te felicito por el relato y por compartirlo con nosotros, cada vez te superas!!. Me quedo con las ganas de leer más jejejje

divergente | 26/06/2020 07:59

Felicidades por tu relato y se nota mucho que está descrito por una mujer ... con esa delicadeza y dosis de realidad .esperaré tu próximo relato con expectación y..graciasssss

y5 | 15/06/2020 14:11

Espectaculares relatos los 3, se te da muy bien escribir

faragc | 13/06/2020 12:19

¡Muy buen relato! Sigue así :)

danielgr | 13/06/2020 09:43

Increíble relato, me encanta, no dejes de contarnos cosas!!!! Uff y los años sucesivos que lo viste fue igual de caliente???

donplacer | 12/06/2020 10:17

Pues te felicito por entrar al mundo del sexo por la puerta grande, un gran hombre que supo prepararte

armani | 10/06/2020 15:40

Una vez más nos deleitas con tus relatos y te agradecemos que los compartas con nosotros, siempre quedaremos a la espera de encontrar uno nuevo, espero que sea pronto. Saludos.

lapetitemort | 09/06/2020 20:45

Gracias a todos y a todas! Me alegra que os haya gustado. Sin duda, esto anima a seguir escribiendo jejeje. Besos!! =)

sarita96 | 09/06/2020 07:45

Que relato mas excitante y morboso

ginecologoknario | 08/06/2020 20:54

Excelente y muy morboso relato! Me ha encantado como lo has relatado. Espero leer más relatos.

mistercat | 08/06/2020 19:36

Joder, la de cosas que suceden en las familias... Muy buena escena, muy excitante y bien relatada. Felicidades.

chinga | 08/06/2020 18:33

un relato muy bien contado y muy excitante a la vez

loveftv | 08/06/2020 17:49

Un relato leído en la playa... Gracias. Muah!

josexo | 08/06/2020 17:09

Un relato realmente espectacular, has conseguido captar mi atención desde la primera línea, felicidades.

elcanaryo235 | 08/06/2020 16:56

me ha gustado mucho la pregunta es cuanto tiempo mas siguio haciendo uso de ti?

lapetitemort | 08/06/2020 18:24

Pues siguió "utilizándome" durante unos 5 ó 6 años =)

marisa | 08/06/2020 16:30

Bonita experiencia.No todas tenemos una primera vez para recordar

escorpiontfe34 | 08/06/2020 16:10

Bastante bueno el relato

lois-y-peter | 08/06/2020 16:06

Maravilloso comienzo. No dejes de compartir esos momentos con nosotros

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