- Marta: ¡Ya aterricé!
- Marilia: Perfect! Te espero por la parada de guaguas. ¡Yujuuuuuuu!
- Marta: ¡Vale nenita!
Hacía tiempo que esperaba su llegada, aunque nunca imaginó lo que ocurriría ese fin de semana. Se conocían desde hace años pero desde hace poco se han convertido la una en el apoyo de la otra pese a vivir en islas diferentes. Marilia llevaba unos meses separada y digamos que Marta estaba en crisis con su chico. Claro que esto no le había impedido mantener un contacto más que íntimo con un pibe que compartía isla con su amiga.
Marilia solía contarle a menudo todas las aventuras y fechorías que estaba viviendo últimamente. Después de separarse se había propuesto cumplir todas las fantasías que llevaba reprimiendo toda una década. Cuando Marta la escuchaba la envidia se apoderaba de ella, eso sí, de la sana. “¡Hija de puta, yo quiero tu vida!” solía repetirle. Marilia siempre contestaba a esto con una sonora carcajada.
Las cada vez más habituales y más excitantes travesuras de Marilia comenzaron a despertar en Marta ciertos niveles de libido que se incrementaban cuando hablaba con su amiguito especial.
- Marta: ¡Cabrona, anoche soñé contigo!
- Marilia: Uuuyyy, ya estoy en tu cabeza, mamita…
- Marta: Calla, calla… no veas cómo me desperté. ¡Claro! Te pones a hablarme de guarrerías, tríos, BDSM y esas cosas y me pierdo… y para colmo, el Santiago no hace sino provocar para que vaya, ¡loca me tiene!
- Marilia: ¡Pues vente! My house is your house, ya lo sabes.
- Marta: Tengo que buscar la manera de hacerlo, a ver cómo me saco a Pablo de encima.
- Marilia: Tú encárgate de eso, que sabes que la casa aquí la tienes.
Unas pocas semanas después llegó la gran noticia, Marta había logrado deshacerse de su novio para venir a echar una canita al aire y Marilia sería su tapadera.
¿Quién dijo Covid? Cuando por fin se vieron en el aeropuerto el abrazo fue eterno, no recordaban cuánto tiempo llevaban sin verse. Pusieron rumbo a hacer las compras que, teóricamente y a ojos de los demás, eran el motivo del viaje y poco después de mediodía llegaron a casa de Marilia. Contentas es poco decir para el estado en el que estaban estas dos locas juntas.
- Marta: Cuando lleguemos a tu casa tienes que enseñarme cómo es eso de la posición de sumisa que me contaste el otro día.
- Marilia: Jajajajaja… uys! Si te me vas a poner así, no sé yo si luego quedará algo para Santi eeeeh..
- Marta: Ummm.. Tú dame vodka mami, tú dame vodka.
Estos comentarios y vacilones eran habituales entre ellas, Marilia es muy dada a este tipo de bromas, por lo que no era de extrañar que estuvieran así durante todo el día. Siguieron con los recados y con la fiestita, y Marta siempre repetía lo mismo, “Tú dame vodka”.
Sobre mediodía llegaron a casa de Marilia, ésta, que sabía las ganas que tenían Marta y Santiago de comerse, creía que se irían nada más verse, pero resulta que la recién encontrada parejita no había organizado nada, pues contaban con la casa de ella. Eso no le importaba lo más mínimo, de hecho, había sido un poco idea suya, sin embargo, no era hasta el día siguiente cuando Marilia había quedado con su coleguita favorito para irse de ruta, así que, sin saber cómo ni por qué, los tres acabaron pasando el día juntos.
La tensión sexual entre Marta y Santi era más que evidente. Marilia no sabía cómo decirles “¡¡¡lárguense a follar, coño!!!”, pero nada. También es cierto que se lo estaban pasando bomba todos juntos, pues Santi y Marilia son bastante parecidos en cuanto a mentes pervertidas respecta. Tras unas cervezas, unos chupitos de fresa con tequila y muchas risas, cayó la noche.
- Santi: ¡Vamos a casa de Miguel!
- Marilia: ¡Qué dices! ¿Ahora quién es Miguel? A mí no me la líen más, que yo pensaba tener un día tranquilito para mí y mira.
- Marta: ¡Sí, neni! Vamos que te va a caer súper bien, no seas boba.
- Marilia: No, no, no, no… vayan ustedes, paren por el camino, reviéntense en el coche y déjenme vivir jajajaja.
- Santi: No seas boba muchacha, que el Miguel es amigo de toda la vida y te va a caer de puta madre, ya verás.
- Marilia: Qué no, qué no… que es un choleo. Vayan ustedes. ¡Caso cerrado, he dicho!
Ya subidos los tres en el coche, pusieron rumbo a casa del amigo de Santi. La diversión les acompañó durante el camino y en casa del nuevo fichaje. Obviamente, salió a relucir el tema del sexo, y nuevamente la Marta le dijo a Marilia, esta vez en presencia de los chicos, esa frasecita que tanto había repetido desde que llegó. La única diferencia es que en casa de Miguel sí había vodka y él no dudó en sacarlo y servirles unas copas. Ya hacía rato que había pasado la media noche y aún le quedaba un largo camino de vuelta a los tres mosqueteros. Se despidieron de Don Miguel y se pusieron en marcha.
Cuando llegaron, Marilia se bajó del coche para que la parejita buscara aparcamiento. Mientras llegaban, la anfitriona les preparó el sofá-cama y aprovechó que iban a tardar para darse una ducha y ponerse cómoda. Con unas braguitas y una camisa holgada sería suficiente.
Tras una media hora, quizás un poco más, aparecieron los tortolitos. Marilia aprovechó para meterse un poco con ellos antes de indicarles dónde les había dejado las cosas para que pudieran asearse.
A Marta se le veía que el vodka le había subido un poco a la cabeza, quizás las curvas del camino también habrían ayudado a que así fuera, pero jamás se le habría pasado por la cabeza a Marilia lo que estaba a punto de ocurrir.
Ella estaba sentada hablando con Santiago mientras Marta terminaba en el baño, cuando ésta apareció totalmente desnuda en el salón. Marilia no pudo evitar mirarla mientras trataba de controlar la risa nerviosa que quería escapar de su boca. No sabía muy bien cómo reaccionar, así que se levantó y fue a su habitación entre risas e improperios para que su amiga se vistiera.
- Marilia: “¡Me cago en la puta! ¡¿Por qué me haces esto Señor?! ¡Que vengan a casa de una a hacerle esto! ¡Es que no hay derecho, joder! – Exclamaba la muchacha dejando atrás las risas de los otros dos.
Poco duró su calma, cuando de pronto Santiago apareció en la puerta, agarrando a Marta por los hombros y conduciéndola a la habitación. Marilia no sabía dónde meterse. Se levantó y, de nuevo, regresó a la silla de la sala mientras veía a Marta acostada en su cama, desnuda y con las piernas totalmente abiertas, ofreciéndose del todo.
En otras circunstancias Marilia no se lo habría pensado para devorar un coñito como ese, no obstante, Marta era su amiga y no quería aprovecharse de su estado para ello, y mucho menos si eso iba a estropear la relación entre ellas, pues no eran unas simples conocidas.
Por su parte, Marta se lo ponía cada vez más complicado, pues no dejaba de pasearse y contonearse desnuda por la casa. En un momento dado se acercó a Marilia y le puso uno de sus pechos en la boca. Inevitablemente, ésta, que hasta ahora había hecho un esfuerzo monumental para contenerse, lamió y chupó aquel pezón con una timidez y delicadeza que pocas veces florecían en ella.
Todo esto ocurría ante la pícara y jocosa mirada de Santi, que asistía atónito a la escenita. Ninguno de los tres habría imaginado que pudiera darse este panorama. Marilia no pudo más, se levantó y volvió a su habitación. Entonces, Santiago, como abanderado del libertinaje, volvió a dirigir los pasos de Marta, aún desnuda, hasta el cuarto, la arrojó en la cama y cerró la puerta, dejando dentro a ambas amigas a solas.
Ocurrió lo inevitable. La risa tensa y de incredulidad de Marilia se interrumpió con un suave beso en los labios de su amiga. Muy poco a poco, sin dejar de preguntarse cómo diablos habían llegado a ese momento, fue descendiendo por el cuerpo de Marta, deteniéndose en sus senos, jugueteando con ellos con las manos aún temblorosas por la incertidumbre, mostrando una leve inseguridad que no reconocía en sí misma. Por suerte para ambas, la excitación era tal que, en cuanto llegó a ese coñito que desde hacía bastante rato la llamaba a gritos, esta sensación de titubeo no tardó en desaparecer.
Totalmente abierta y acomodada entre los cojines de la cama, Marta gemía y se contorsionaba, agarraba la cabeza de su amiga y la apretaba contra sí, cerraba los ojos, volvía a abrirlos, miraba al techo, la miraba a ella… verla disfrutar así enloquecía a Marilia.
Mientras todo esto transcurría, las chicas se preguntaban dónde estaba Santi, a fin de cuentas, él había ayudado en gran medida a que el juego comenzara, pero para sorpresa de ambas, se mantenía al margen. El tiempo pasaba y ellas continuaban con su fantasía de vodka y sexo entre amigas. Marilia no se cansaba de lamer y succionar aquel clítoris mientras metía los dedos en el interior de Marta. Cuanto más la veía gozar, más cachonda se ponía ella. Por su mente rondaba la idea de montarse un trío, pero no quería arriesgarse a que surgiera algún tipo de malentendido, a fin de cuentas, aunque ella se la estuviera comiendo en ese instante, Marta había viajado para conocer en persona a Santi, por tanto, era mejor disfrutar el momento y dejar que, en cualquier caso, si ocurría algo, fuera iniciativa de ellos.
La sorpresa fue mayúscula para Marilia cuando Marta le pidió que parara, se levantó y fue en busca del señorito. Sin embargo, fue aún mayor cuando vieron que Santi había desaparecido. A ellas les pudo la risa, no daban crédito, no entendían qué había ocurrido ni dónde se había metido su amigo.
Al cabo de unos diez o quince minutos apareció en la ventana. Resulta que estaba tan nervioso y cachondo que se fue a fumar al coche porque no quería perder el control y acabar irrumpiendo en la habitación. Parece ser que pensaba lo mismo que Marilia, no quería que Marta pudiera molestarse. Lo que sí hizo fue confesar a las chicas que tuvo que marcharse porque las había estado espiando por la mirilla. Ver a una a cuatro, con el culo justo en dirección a la puerta, comiéndole el coño a la otra, que estaba totalmente desnuda, era algo que tentaba demasiado, así que prefirió huir y dejarlas disfrutar, antes que unirse y que surgiera algún conflicto innecesario.
Tras una charla un tanto surrealista sobre lo ocurrido y con todo el calentón del mundo, Marilia se fue a la cama. Sabía que los otros dos iban a follar como animales en su sofá, lo que le impedía conciliar el sueño. Escucharlos no dejaba de encenderla y cuando se quiso dar cuenta se sorprendió a sí misma tocándose, siendo ella ahora, la que luchaba para no asaltar a la pareja que estaba en el salón. Empujada por el morbo, con una mano se acariciaba los pechos y pellizcaba sus pezones hasta endurecerlos, mientras con la otra jugueteaba en su vagina metiéndose dos deditos, llevándoselos a la boca y volviendo a introducirlos no sin antes detenerse en su clítoris. Siguió mimándose, oyendo a sus amigos, imaginándose todo lo que podrían hacer ellos tres. Incluso fantaseó con que también se uniera a la fiesta el amigo con el que Marilia había quedado al día siguiente. Por su cabeza pasaban mil posibilidades, mil fantasías... el calor era cada vez más difícil de dominar. Aquellos seguían a lo suyo, y por lo que se oía, se lo estaban pasando de miedo.
Por suerte o por desgracia, Marilia pudo contenerse y acabó regalándose a sí misma un orgasmo que la sumió en un sueño profundo hasta la mañana siguiente. Cuando abrió los ojos y repasó lo que había ocurrido con sus dos invitados la noche anterior, se pensó dos veces si salir o no de la habitación, pues no sabía cómo afrontar la locura de la que ese piso había sido testigo, pero si algo caracteriza a Marilia es que de todo hace un chiste y le encanta la naturalidad, así que se plantó en el salón insultado entre carcajadas a los “cabrones que estaban follando y no la dejaban dormir”.
Cafetera al fuego y análisis del partido. Lo que no esperaban ni Marilia ni Santiago era escuchar a Marta decir que se quedó con las ganas de un “ménage à trois”. Se miraron atónitos, la miraron a ella y casi la matan por no decirlo antes. Ellos le explicaron por qué ninguno había insinuado nada y, tras quitarle hierro al asunto, ahí quedó el tema, con un “para la próxima” que todos sabíamos que no iba a ocurrir.
Marilia preparó sus cosas, se enfundó el bañador y se dispuso a disfrutar de su día de ruta con su amigo, no sin antes advertir a la parejita a la que le iba a dejar su casa de cuáles eran los sitios en los que no podían montárselo y cuáles serían las consecuencias si le rompían algo. Dos insultos y una carcajada después cerró la puerta y se fue. Dios sabe qué pasó en ese piso mientras ella no estaba.
lapetitemort | 31/05/2021 21:58
Thanks! 🤗