Habíamos quedado para comer y fui a buscarte a tu despacho. Cuando llegué estabas solo, me pediste que pasara, que tenías que terminar de mandar un correo. De pronto me miraste muy fijamente y me dijiste "quiero follarte". Llevábamos tiempo siendo amigos y querías algo mas.
Me quedé perpleja, silenciosa, mirándote con los ojos muy abiertos. "No digas nada, sólo déjame hacer" me pediste, a lo que asentí con la cabeza. "Voy a hacer que te corras con mis manos, con mi boca, con mi polla" me susurraste mientras me ibas quitando la ropa. Me acariciabas y besabas, me mordías los pezones apartando el sujetador. Eras todo manos y boca recorriendo mi cuerpo.
Aún de pie metiste tu mano por mi tanga y empezaste a masturbarme. Tu pulgar rozando mi clítoris y tus dedos corazón y anular en mi vagina. Suave, lentamente, pero firme. A medida que me humedecía, aumentabas la presión. Me temblaban las piernas, tenías que sujetarme. Así entre roces y suspiros llegué a mi primer orgasmo. Dulce, suave, silencioso. Me había corrido con tu mano.
Me sentaste en tu mesa, me quitaste el tanga y te quedaste mirando mi entrepierna con cara golosa. Te pusiste cómodo, sentado en tu sillón, y te diste el banquete. Me daba miedo gritar por si alguien nos pudiese oír pero tu lengua me volvía loca. Y tus labios chupando mi clítoris. Y tus dientes mordiendo mis labios. Pero cuando además me penetraste con tus dedos no pude reprimirme. Gemí y grité sin importarme nada más que el placer que estaba sintiendo. No me dijiste nada, seguiste aumentando el ritmo y la fuerza. Así hasta que sentí como todo mi cuerpo se estremecía de placer en mi segundo orgasmo. Me había corrido con tu boca.
Estaba desnuda, excitada, sudorosa, tumbada sobre tu escritorio. Tu seguías vestido, sereno a pesar de la excitación que se veía en tus ojos. Te levantaste del sillón, te abriste los pantalones y los bajaste junto con los calzoncillos hasta las rodillas. Entonces pude ver tu polla, dura, con las venas marcadas, brillante. Te quedaste de pie al borde de la mesa, me acercaste, abriste mis piernas y empezaste a follarme. Empujabas con fuerza y con furia, entrando hasta el fondo cada vez. Jugabas con mi clítoris, me acariciabas los pezones. Una embestida, y otra, y otra, y otra. Así hasta que perdí la cabeza y comencé a gemir y a chillar. Entonces mi vagina comenzó a contraerse, avisándote de la llegada de un nuevo orgasmo. Aumentaste el ritmo y llegó mi tercer orgasmo. Me corrí con tu polla.
Habías cumplido tu promesa y tenias cara de estar satisfecho. Pero tu no te habías corrido y quise que continuaras follándome para que te corrieras. Te negaste. Te pedí que entonces me dejases chuparte la polla. También te negaste y tampoco me dejaste hacerte una paja.
Me dijiste que me vistiera. Entonces, mientras me vestía vi que te estabas pajeando y te corrías. "¿Porqué?" te pregunté. Me contestaste "Ahora nos vamos a comer. Cuando volvamos sera mi turno de correrme con tus manos, con tu boca y con tu coño".
Y así lo hicimos.