Encuentro [ Relato ]

Durante mucho tiempo, mi vida se limitaba a estudiar, pasar el tiempo en mis aficiones, salir con mis amistades, hacer planes en familia, lo normal. Cierto es que, nunca sentí atracción sexual por nadie en toda esa etapa, llegué a considerar la opción de ser asexual y nunca creo haberme equivocado, pero consideré algunas excepciones en el edificio donde vivía. Era una jovencilla, la cual la inseguridad que le inyectó las personas a lo largo de la vida, le generó frenar muchas veces ciertas oportunidades. Y hay que añadir que, dentro de las mismas inseguridades, el físico no podía faltar, así que durante muchos años me limité simplemente a observar justo eso, vecinos de mi edificio. Entraban y salían, muchos con una edad avanzada, otros que podrían ser mis padres, pequeños que podrían ser hermanos o primos. ¿Tan raro era que hubiera personas de mi edad o generación?

Hasta que le vi a él, un chico que podría decirse que daba más la talla que la canija de mí. Cuerpo y complexión muy cuidada, cabello oscuro a juego con su mirada, una sonrisa que podría perfectamente atraer a cualquier persona sin ni siquiera pronunciar una sola palabra. Nunca establecí contacto cercano con él, me parecía, no solo fuera de mi alcance sino, que además, no era la clase de chico para tener y establecer una relación. Eso no quitaba en ningún momento una realidad, era bastante atractivo. Las veces que establecía algo de conversación con él era siempre cuando sujetaba la puerta de la entrada al edificio - ¡Hola! – decía uno de los dos, - ¡Gracias! – decía quien entraba al quien sujetase la puerta. Así fue durante años, muchos años. A medida que transcurría el tiempo, normalicé mucho esa extraña relación cordial entre vecinos y nada más, pero perdurando mi opinión de él: era un chico digno de estar en la lista de ser alguien que probar.

Y tras mucho tiempo, nos llegó esta pandemia, un confinamiento. Hay quienes argumentaría que el confinamiento fue su peor etapa, para mí fue una etapa digna de experimentos. Todos los días recibía solicitudes de amistad en nuestra querida y gran plataforma de Mark Zuckerberg. La media era cerca de once solicitudes al día, era tan abrumador y cargante que compartía mi desgracia con mi mejor amigo, pasándole capturas de pantalla para que viese que no hubo jamás atisbo de fanfarronear sobre el asunto. Un día como otro cualquiera, entre esas solicitudes – No puede ser – me dije a mí misma - ¿Es él? ¿ÉL? – observaba la foto de perfil de esta solicitud que jamás esperé obtener en mi vida. Era mi vecino. Inconfundible. De pronto encuentro mi mente y mi ser muy nervioso. Acepto la solicitud. Compórtate, es solo un vecino que saludas siempre que le ves y ya está. La comunicación comienza.

Sencillas y banales palabras de cualquier conversación, pronto se transformó en más encuentros esporádicos por el edificio y la vecindad. Una tarde, saliendo del edificio, le encuentro pidiendo el ascensor – Hola – le sonrío, - ¡Hola! – contesta él rápidamente mientras su mirada sigue mi pequeña silueta salir. Me encaminaba a tirar la basura de casa, al regreso lo encuentro fuera del edificio buscándome - ¿Tú por aquí aún? ¿No habías subido a casa? – le pregunto con tono burlesco – Sí, sí. Pero no pude resistirme al ver esas nalgas caminando delante de mí. – me argumenta sin ninguna clase de discreción, iba directo a sus instintos. Me limité a soltar una pequeña risa. – Oye, ¿haces algo esta noche? – comienza a tantear mi agenda, - No, solo ducharme, cenar, ¿por qué lo dices? – mi curiosidad sabía por dónde quería él, pero necesitaba matices. - ¿Te parece bien si nos vemos en las escaleras un rato? Charlamos y eso. – propone él, en mi mente todo se veía muy cómico, que no era para menos.

- De acuerdo - le confirmo, - nos vemos en unas horas - sonrío y regreso a casa. Como dije, me duché, cené y me encontraba en pijama, ¿salía así? ¿él estaría en ropa normal? ¿o iría en pijama? Me entró un extraño lapsus mental, preocupándome por mi apariencia. Pronto pasa el tiempo y recibo un mensaje de él, indicaba el momento de encontrarnos. Salí de casa y nos encontramos a unos pisos más arriba de mi vivienda, pero unos pocos por debajo de la suya. Ahí estábamos, a oscuras, ambos en pijama. Comenzamos a charlar, todo iba de forma natural, tan natural como la atención de mis nalgas. No podía resistirse a la forma de mi culo, ansiaba tocarlo, - Es que, no sabes lo mucho que me pone ese culo – zanjaba mientras tomaba una pose relajada en los escalones, dejándome ver la forma remarcada de su entrepierna. – Eso puedo ver – reafirmo acercándome a su cuerpo, dejando que mi mano frote desde el exterior su miembro y este comienza a besarme. El ambiente comenzó a calentarse, me estaba poniendo muy cachonda, ¿cómo podía estar montándomelo con otro vecino y en las mismas escaleras? Que zorra podía ser, pero eso me estaba excitando, el poder hacerlo con quienes siempre consideré inalcanzables para mí, ahora no podían resistirse.

Él se bajó sus pantalones, no llevaba nada debajo, me pedía por favor que comenzara a chupársela y yo que no podía resistirme a una mamada: accedí. Su polla era casi igual de gruesa a la de mi otro vecino, ¿qué cojones pasa con las pollas en este edificio? Joder, como se la comía, como la dejé, cómo deseaba él metérmela. – Déjame follarte ese culito, por favor. ¿O no te gustaría? – me susurra al oído mientras nos ponemos en pie, sonrío y sutilmente le contesto: - Si es que es donde más cachonda me pone – y con un gesto dominante, me voltea poniéndome espaldas a él, comienza a follarme el culo. ¡Joder! ¡Joder! ¡Que bien se siente! Mi coño está palpitando, noto como cada vez me excito más y más, mis gemidos quieren salir, pero él me recuerda el retenerlos o el resto de la comunidad nos escucharía. Casi es imposible retenerlos, me introduce sus dedos en la boca, los lamo. Mi lengua juega con ellos mientras jadeo, me corro pero quiero más. Quiero que me siga follando, no quiero que pare, pero llegó una motivación. Una fantasía que siempre he querido.
Pega más su cuerpo al mío, las embestidas son más cortas pero intensas, no quiero que pare. – Me voy a correr, ¿dónde quieres que te corra? – tan rápido asimilé la pregunta como contesté – Quiero que te corras dentro de mi culo, por favor, lo quiero dentro. – le suplico. – Muy bien, entonces… - me agarra del brazo, saca su polla. Me desconcierta el gesto, me pone a cuatro en los escalones, vuelve a introducir su pollón grueso y erecto, me embiste una y otra y otra vez. Vuelvo sentir como mi coño se corre y no quiere parar. Y ahí estaba él, notaba su cuerpo y su espasmo corriéndose, noto como mi culo es inundado por su corrida. Saca su polla y yo solo puedo pensar como de guarra y sucia voy a llegar a casa tras follarme a otro vecino del edificio.