Querido diario,
Anoche quedé con Iván, por debajo de Macro en una calle oscura. Salió un poco antes del trabajo para poder tener un fugaz reencuentro antes de volver a su casa con su familia. Ese hombre me vuelve loca.
Aunque esta era la segunda vez que nos veíamos, nos habíamos pasado más de un año hablando diariamente por internet. Ya hacía tiempo de eso, pero nos pegábamos horas y horas escribiéndonos. Madrugaba para chatear con él. Ahora nos escribimos con frecuencia, pero no como antes. Me gustaría recordar que tanto teníamos que contarnos en esas largas conversaciones.
Deseaba que fuera él quien me sacara de mi etapa asexual, esa que me da cada cierto tiempo, pero la paciencia no es una de mis virtudes. Rápidamente me cansé de esperarlo y decidí darle la oportunidad también a Titso, mi guaguero favorito.
Al día siguiente ya estaba quedando con Titso para al menos "hablar un ratito", ponernos al día e irnos calentitos a casa. Acabamos dándonos a probar el postre. Le conté a Iván nuestro pequeño encuentro. Me gustaría pensar que no pudo evitar sentirse celoso, y al contarle que dejamos esa cita en poco más que una conversación, sintiera alivio por saber que realmente aún lo necesitaba a él. Quedamos para la noche del día siguiente.
Mi relación con Iván es difícil de explicar, es muy mental, orgasmos mentales. Fue la primera persona en follarme la mente, y eso si que no se olvida. Lo deseo a cada instante, y muchas veces lo odio. Quiero ser su putita, y a la vez su ama. Le deseo tanto, que a veces duele. No se si tiene mucho sentido, pero es una de esas personas especiales, una de mis personitas. Pues ayer quedamos, sobre las diez menos algo. Lo esperé donde habíamos quedado dentro del coche. Miré al alrededor, no me pareció ver a nadie. Apoyé la cabeza y cerré los ojos. Alguien tocó en la puerta; ¡Uf era él, por fin lo tenía de nuevo!.
Me bajé y se quedó de pie, muy cerquita de mí, demasiado. Nos dimos un simple beso en los labios y me dijo de ir a otra calle más oscura.
Al llegar a esa calle nos bajamos de los coches y me empotró contra él con esa pasión que la caracteriza y sabe que tanto me gusta. Me besó salvajemente, aunque me gustó más cuando lo hizo en el portal del edificio donde vivía, a vista de los cotillas y las marujas. Me cogió de la mano y me la puso en su polla por encima del pantalón:
-Yo no tengo remordimientos. - me dijo.
Nos metimos en la parte de atrás del coche. Nos volvimos a besar mientras torpemente buscaba su polla. Se la sacó con prisa. Sabía que quería que se la mamara, por habérsela mamado a Titso. Aunque esa misma tarde añadiste una condición más, si quería mamársela tenía que estar bien mojadita.
Cuando se la sacó pude sentir como se la cogía con fuerza y me miró,
-¿Me vas a dejar que te la chupe?- le pregunté.
Sin decir nada llevó su mano a mi coñito y apretó la ropa contra mi clítoris. Sentí como la ropa interior se empapaba. Me bajé los pantalones para que pudiera meter la mano y me empezó a tocar. Al principio bruscamente, recordándome quien iba a mandar esa noche. Luego fue con más sutileza, aunque de las dos maneras me tenía jadeando entre sus dedos. Tiene una forma de tocarme que no termino de entender. Sus dedos me llevan al placer más extremo que he conocido, y quizás un poquito más allá, pero es tan fuerte, que tengo que pedirle que pare. Nadie me sabe encontrar ese punto, ni siquiera yo.
Una vez comprobado me invitó a mamársela, a lo que yo accedí encantadísima. Por unos segundos me dejó marcar el ritmo, pero como no, me sujetó la cabeza con sus manos y lo siguió marcando él, haciendo que me ahogara en algún momento. Por suerte no es un gran pollón.
Levanté la cabeza para mirarlo y ahí estaba, mi favorito. Aflojó la presión con la que me sujetaba la cabeza y me pidió que me tocara para él. Bajé mis manos y con los dedos de la mano derecha empecé a tocarme el clítoris, estaba hinchadísimo y pude notar como me latía. Empecé a bajar los dedos pero metió su mano y empezó a follarme directamente con dos dedos, nunca he entendido a los que empiezan con uno. Pegó su boca a la mía y entre el pequeño espacio que quedaba entre el deseo y la cordura susurró,
- ¿De quién eres?.
- Tuya. - le contesté algo sorprendida, no me lo esperaba. Sentí como me humedecía aún más.
- Dímelo. ¡Qué me lo digas!
- Soy tuya. - Le susurré entre gemidos.
Soy virgen analmente. Hace mucho me pidió que fuera para él, y accedí. Aún sigo siéndolo, habrá que estudiar el acuerdo. Seguía follándome con sus dedos mientras yo me masturbaba. Sentía como mi mar se removía cada vez que metía y sacaba sus dedos, ¡chof chof!. ¡Ay el sillón!, debí traer una toalla.
Empezó a bajar sus dedos y comenzó a jugar con mi culo. Sabe que eso me pone muy nerviosa. Intenté quitarle la mano pero hizo algo de fuerza para que no pudiera hacerlo.
-Si no me dejas la mano ahí, me voy. - dijo.
Se removieron todos mis mares. ¿Cómo es posible que lo odie y lo desee tanto?. Me guardé el lado rebelde, sabía que esa noche quería que fuera su putita, y quería dejárselo creer.
Seguimos jugando un ratito más, e incluso estuvo a puntito de hacerme correr. Pero parece ser que Murphy también estaba invitado esa noche, y además se vino con unos amigos a nuestra oscura calle para jugar con lo que parecía una minimoto. Me siguió tocando. Me tenía en sus brazos temblando de placer pero... minimoto otra vez.
Nos miramos. Quitó la mano y me invitó a comerme de nuevo su polla. Me puse de rodillas y me la metí en la boca. Me volvió a coger de la cabeza y a recordar de quién era. Esta vez tenía mi culito a "mano", y tan a mano que empezó a juguetear con él. Le clavé un poco los dientes, en señal de ¡Cuidado, que yo también estoy manejando material frágil!
Por un segundo dejé de mamar, quizás por los nervios de que estuviera por mi zona prohibida.
- No te he dicho que dejes de mamar.
Inconscientemente esbocé una sonrisa y empecé a bajar la cabeza. Me cogió aún con más fuerza mientras jugaba con mi culo y me dio un azote. Apretó aún más y sentí como se le hinchaba más la polla. Se iba a correr. Sentí su semen en mi garganta. Nos besamos. Nos vestimos, y se fue con un
- Me tengo que ir.