No recuerdo como pasó, sólo que la noche del martes quedé con Daniel. Desde nuestra primera temporada, cuando pienso en él no puedo evitar que en mi mente suene Skyfall de Adele.
Él tenia una cena de trabajo y podía alargarla un poco para vernos. Quería venir a casa, pero no era adecuado. Como siempre me entraron las dudas de antes de quedar. Le escribí para ver cómo seguía el plan, y como siempre muy educado me dijo que si no quería quedar no pasaba nada pero que era una pena porque además había venido en moto para llegar más rápido. Algo manipulador, pero cómo iba a decirle que no a eso.
A pesar de que suelo llegar justo a tiempo o tarde la mayoría de las veces, ese día salí con tiempo para verlo llegar. Aparqué donde creía que nadie nos molestaría, al final de un polígono industrial en la entrada a un terreno sin construir y le compartí la ubicación. Pasó una moto. No era. La siguiente si era él.
Una moto suzuki roja y blanca. No entiendo mucho de motos, pero si algo de moteros y le quedaba espectacular. Me bajé del coche para ver como "descabalgaba" y se acercaba con paso firme y su porte señorial mientras se quitaba el casco y sonreía, con los labios y los ojos:
- Buenas noches.
Sellamos la llegada con un dulce, tierno y corto beso en los labios. Le invité a entrar a la parte trasera y accedió sin pensarlo mucho. Pensé en entrar al coche, pero preferí quedarme mirando como se desabrochaba el cuello de la chaqueta y bajaba la cremallera dejando a la vista una camisa de vestir blanca de la que desconozco el tejido, de esas suyas que parecen tan caras. Me relamí los labios mientras miraba, mordiéndome inconscientemente el labio inferior. Después de tantos años nos volvíamos a encontrar. Dejó la chaqueta y el casco en el asiento delantero. Subimos en la parte trasera del coche.
Nos quedamos mirando unos segundos en silencio, intentando volver a grabar cada milímetro de piel. Ese pelo suave y siempre cortito, esos ojos azules que me desnudan cada vez que me miran, esos labios carnosos que solían besar torpemente. Me acerqué un poquito y se abalanzó para besarme. Mientras nos besábamos notaba como su excitación crecía y mi respiración se aceleraba. Con su manos izquierda me agarró del cuello y subió a mi cara, apretándome con cierta fuerza. Siempre ha sido muy apasionado, sobre todo al besar, cosa que hacía que a veces fuera brusco, pero esta vez estaba besando muy bien. Y no puede evitar sentirme algo celosa.
Siempre me comenta lo bien que beso, y no lo discuto porque se que es verdad. Pero esta vez había algo diferente, y se que había practicado con una madre recién divorciada compañera de sus hijos del colegio. Qué cabrón.
Su mano derecha llegó a mis tetas. Tengo las tetas enormes y con una mano solo pudo intentar estrujarme una de ellas. Me soltó la cara y usó las dos manos para cogerlas. La intensidad del beso iba a menos y se alejó muy lentamente aún con sus manos intentando abarcar mis tetas. Miré hacia ellas para ver como quedaban en las manos de Daniel, luego levanté la mirada hacia su cara, que me estaba mirando a los ojos y me dijo:
- Te deseo.
Yo llevaba una camiseta de verano escotada que no tardé en quitarme. Miré a Daniel y vi que se había acomodado y apoyado la espalda en la puerta mientras miraba al sujetador. Eso me dio a entender que sobraba algo más de tela y me lo quité. Me agrada que aún le sorprenda la majestuosidad de mis pechos sin sujetador. Al estar en absoluta libertad le escuché un:
-¡Uf!, me encantan tus pechos.
Se abalanzó sobre mis tetas acercando su cabeza a ellas y perdiéndose en medio de su inmensidad, creando un camino con su lengua que buscaba mis pezones ya algo duros pero que terminaron de endurecerse cuando llegó su húmeda lengua, creando un escalofrío que me recorrió la espalda y me hizo desearlo aún más, si cabe. Le puse mi mano derecha sobre su pecho y le empujé suavemente, quería quitarle esa camisa. Torpemente le intenté desabrochar los botones, pero al ver que me me estaba liando me ayudó y yo pasé a desabrocharle el cinturón y el botón de ese pantalón de vestir. ¡Ay, esa setita que tanto me gusta!
Su pene siempre listo para mí, duro y latente. Me encantan los hombres que cuando terminan de comerme el coño están aún más empalmados y excitados. Otras de mis perdiciones. Cogí su polla y empecé a subir y bajar con mi mano muy lentamente mientras la miraba, no quería olvidarla. Subí la mirada para verlo y ahí estaba, con esa carita de deseo y ganas de más pero sin prisa que me corro. Pensé en usar mi saliva para lubricarlo pero en ese momento su pene lubricó y se lo pasé muy lentamente por la puntita. Me acerqué a su boca y lo besé de esa forma que se que le gusta, subí mis labios por su mejilla derecha hasta llegar a su oreja y le di un pequeño mordisco, para luego seguir bajando por su cuello, su pecho y por último llegar hasta su polla. Pegué la polla a su cuerpo y empecé a pasarle la lengua desde la base de los huevos, noté como se retorcía y sus gemidos aumentaban de volumen. Al llegar a su pene pasé la lengua en círculos por el glande y me la metí lentamente en la boca, pero solo la puntita y la metí y saqué de la boca repetidas veces. Para no hacerlo sufrir mucho, una de esas veces me la metí entera en la boca y la dejé ahí unos segundos. Seguí haciéndole la mamada.
-No me quiero correr.
-Jo, pero sabes que quiero ver como te corres.
-¿Nos vemos el miércoles por la mañana y follamos?.
-Sabes que no te puedo prometer nada.
-Inténtalo, porfa...
Me recosté sobre el asiento quedando con las piernas abiertas ante él, vulnerable, deseosa y muy mojada. Se fue acercando a mi coño mientras se mojaba los labios y vi como sacaba su lengua antes de perderse en mi sexo. Me empezó a lamer el clítoris en círculos mientras mis jadeos iban en aumento. Luego empezó a pasar la lengua de arriba a abajo, de abajo a arriba, de un cielo a otro.
-Méteme algún dedo - le pedí. Necesitaba sentirlo dentro, pero no quería que dejara de comerme el coñito.
Me metió un dedo y rápidamente le pedí que me metiera otro.
-Pero no dejes de comérmelo.
Teniéndolo entre mis piernas, paró y se levantó, quedando justo enfrente mío con su gran porte y su mirada de deseo. Deseaba que me empotrara en ese momento... Peeeero, como no y sin sentido apareció alguien caminando al lado del coche dirección a un terraplén que no lleva a ninguna parte.
-¿Sabes una cosa? - preguntó mientras nos vestíamos.
-Dime - contesté
-Me puse celoso cuando escribiste tu encuentro con Iván, y no lo hiciste conmigo.
Una sonrisa pícara aunque con una pizca de tristeza se esbozó en mis labios.
Nos despedimos como dos adolescentes que no se quieren ir y salimos del coche. Bajo un manto de estrellas y farolas de luz amarilla nos volvimos a despedimos con un beso, y otro beso y otro... que acabó en un ¡Hasta pronto!.
No nos pudimos ver ese miércoles, ni el siguiente... Aunque un domingo me pagó una invitación de hotel a la que fue a visitarme.