Sonó el timbre. Marina, mi pareja en aquel tiempo, me pidió que fuera a abrir. Ella se estaba "preparando". Habíamos alquilado una habitación de hotel para el encuentro.
Debía ser él. Eran las nueve en punto de la noche, viernes. En cuanto lo tuve delante, supe que era el hombre acertado: más alto que yo, más guapo, más todo. Me sentí pequeño. Le di la mano:
―¿Qué tal? Arturo, ¿verdad? ―le pregunté.
―Sí. Encantado.
―Pasa.
Solo lo habíamos visto en fotos. Fue el que escogió Marina de entre un montón de candidatos. Boba que era, la niña. Arturo era el que se la iba a follar mientras yo los observaba. Le hice pasar al salón. Nos sentamos a charlar un poco, mientras ella se daba los últimos retoques.
Era nuestra primera vez. Tras una noche de buen sexo, me armé de valor y se lo planteé. No me había atrevido hasta entonces, por si se lo tomaba mal. Pero ese día no pude aguantarme y se lo dije: «Oye, ¿tú te atreverías a follar con otro hombre en mi presencia?». Marina soltó una carcajada. Me temí lo peor.
―¿Qué pasa? ―le pregunté.
―Nada... Que me encantaría.
―No jodas. ¿En serio?
―Claro. Lo he pensado un montón de veces. Me pone muy cachonda la idea.
Así que ahí estábamos, nerviosos como monos, esperando a Arturo.
Yo estaba intentado que él se sintiera cómodo, pero la verdad es que no hacía falta. No era la primera vez que lo hacía. Al cabo de unos minutos, el sonido de unos tacones nos hizo girarnos. Se me aceleró el pulso.
No me esperaba lo que vi. Marina apareció en ropa interior de encaje de color fucsia. Tuve que tragar saliva. Sus pezones y el corte de su vagina se percibían a través de la tela. Se puso unos taconazos de charol negro y unas medias oscuras, sujetas con un liguero. «¿De dónde coño lo ha sacado? ―pensé―. La madre que la parió». Llevaba la melena suelta, ondulada, por debajo de los hombros.
Miro a Arturo. Veo que está tranquilo, pero también impresionado: Marina está tremenda. El tío la mira sin cortarse. Ella, un tanto cohibida, se sienta a mi lado y cruza las piernas. Nos miramos unos segundos a los ojos. Ella nota mi nerviosismo y yo noto el suyo. Me hace sentir orgulloso el ver lo guapa que se ha puesto, aunque sé que se la van a follar de un momento a otro. Nos damos un pico. Me acerco a su oído y le digo:
―Venga, vete con él.
Ella hace lo que le pido y se va contoneándose. Nunca la he visto tan sexy. Me la pone dura. Se sienta a su lado y al momento Arturo pasa el brazo por encima en el sofá, como si ella le perteneciera, y con la otra mano le acaricia el muslo. Mientras saborea con los ojos el cuerpo de mi exmujer, me dice:
―Adrián, ¿qué te parece si nos esperas en el dormitorio? Nosotros vamos enseguida.
―Sí... Sí, claro ―digo inseguro.
Mientras me alejo veo por el rabillo del ojo que Arturo empieza a acariciarle la mejilla. Qué cabrón, el tipo sabe lo que hace. Marina me mira un instante. Se muerde el labio, está tan desconcertada y cachonda como yo.
Entro al dormitorio y me siento en una esquina, donde he colocado un sillón. Solo he dejado encendida una lámpara de pie, con una luz tenue. Mis pulsaciones van en aumentando.
Les veo aparecer enseguida. La cosa empieza mal, es decir, muy bien: Arturo camina a su lado agarrándola del culo, como si fuera suya. Entran y se quedan frente a frente a los pies de la cama. Observo su corpulencia, la diferencia de estatura respecto a ella. «Solo falta que tenga un pedazo de polla para terminar de humillarme», pienso. Ambos reparan en mi presencia con una fugaz mirada. Se sonríen. No sé qué estoy sintiendo, creo que son celos y excitación, todo a la vez, ahí sentado, medio oculto en la sombra. Soy un pringado.
Arturo toma la iniciativa y la atrae hacia sí por la cintura. Comienza a besarla en el cuello, retirando hacia atrás su melena. Ella se lo ofrece y, justo en ese momento, la cabrona me busca con los ojos. Noto un perdigonazo de excitación. Luego cierra los ojos y se deja llevar. Le acaricia los brazos musculados sobre la camisa blanca. Gira la cabeza y le busca la boca. Se besan, primero con los labios y luego usando sus lenguas. Mi paquete aumenta de tamaño ipso-facto. No puedo evitar llevarme la mano a la polla y sobármela por encima de la ropa. Busco la entrepierna de Arturo y veo cómo se le ha abultado la tela de los chinos de color gris que lleva puestos.
Noto que a medida que se excitan se van olvidando de mí, lo cual me jode. Él le agarra la nuca con una mano y le come la boca con más fuerza, mientras le aprieta las nalgas con la otra. Sus largos brazos le permiten abarcarla con facilidad. Ella responde a las caricias contoneándose, acercando la pelvis a su paquete, restregándose. «Cómo le busca la polla, la muy zorra», pienso para mí.
Él lleva su mano hacia abajo y le busca el coño. En cuanto comienza a masajearlo sobre la tela, veo cómo el cuerpo de Marina reacciona retorciéndose. Lo estaba deseando. Ella le acaricia los pectorales y los bíceps. Luego le desabrocha la camisa y la tira al suelo. Veo el cuerpo fibroso de Arturo y reviento de envidia. Ella lo estudia con sus dedos. «Te gusta, ¿verdad, cabrona?» Me engaño pensando que sólo intenta seguir el juego, no parecer una sosa, pero acto seguido la veo sacar su lengua y empezar a lamerle los pezones. «Hija de puta... » Él echa su cabeza hacia atrás y disfruta con las lamidas de mi exmujer. La coge por la melena y la atrae hacia sí para sentirla más fuerte. Yo me sobo la polla con más desesperación.
Tras unos segundos, él le sujeta la cara con las dos manos y le come la boca. Ella le corresponde abrazándolo por la cintura. Arturo baja con su boca por el cuello hasta alcanzar sus tetas blandas, dejándole en la piel un rastro de saliva. Le quita el sujetador y lo lanza contra la pared. Sus tetas quedan bamboleándose frente a él como dos flanes, coronados con dos cerezas puntiagudas. Las saborea con la mirada. Ella aprovecha ese instante para buscarme los ojos, mostrándome sus pechos indefensos, cachonda perdida, como diciéndome: «Mira lo que va a ocurrir».
Arturo la sujeta con una mano por la cintura y con la otra la obliga a echarse hacia atrás, empujándola por el hombro. Sus pechos quedan expuestos y él se inclina para mamarlos. Oigo las chupadas intensas en el silencio del cuarto, veo el brillo de sus pezones tiesos, embadurnados de saliva. Marina se cuelga de su cuello, le acaricia el pelo, gira su cabeza y me mira a los ojos, atrayéndolo hacia sí para que siga mamándola. «Qué puta eres», me digo por dentro. Me desabrocho el cinturón sin dejar de mirarla y me saco la polla. Ella cierra los ojos y echa su cabeza hacia atrás. «Cómo lo disfrutas, pedazo de zorra».
Arturo se agacha y le desabrocha las pinzas del liguero. Le baja las bragas y las deja caer al suelo. Ella saca una pierna y con la otra las lanza en mi dirección. Acaban cayendo sobre mis zapatos. Yo las recojo, me agarro la polla y me pajeo mientras las huelo sin dejar de mirarla a los ojos. «¿Ya estás así de húmeda, so puta? Estás deseando que te la clave, ¿verdad?»
Veo cómo Arturo le hurga la raja con los dedos y se los introduce. Ella se cuelga otra vez del cuello y se deja manipular el coño. Su pelvis se mueve con las caricias. Yo sigo pajeándome, pero tengo que parar de vez en cuando para no correrme.
Él la hace sentarse en el borde de la cama. Se arrodilla ante ella y la descalza. Luego le quita las medias. Marina lo ayuda alzando las piernas y estirando los empeines. Arturo toma sus pies desnudos y los besa, los lame, le chupa los dedos. De pronto, para mi propia sorpresa y humillación, ella se desliza hacia el dentro de la cama y abre las piernas, flexionándolas, ofreciéndole el coño en primicia, mientras me mira de nuevo a los ojos. «Qué pedazo de zorra, cómo me pones, cabrona», me digo. «Así, ábrete para él, so puta».
Arturo comienza a lamerla. Ella se echa hacia atrás y cierra los ojos. Lleva una mano a su pelo y empuja su cabeza contra su coño. Su pelvis se balancea arriba y abajo, como pidiendo una polla. Él le mete dos dedos mientras hace vibrar su lengua sobre el clítoris. Oigo el chapoteo al penetrarle la vagina empapada. La muy puta empieza a jadear, a respirar con agitación. Arturo sube con su boca por el vientre y empieza a comerle las tetas, pasando de una a otra, le pellizca los pezones con suaves mordidas mientras le sigue atravesando el coño con los dedos. Marina se retuerce, aprieta los ojos, gime y se corre de lo lindo.
Tras unos segundos de respiro, se pone de pie y le pide a ella que se siente en el borde de la cama. Marina mira hacia arriba, le busca los ojos y le acaricia el pantalón. Parece preguntarle: «¿Qué es lo que quieres?» Él le acaricia la melena, deseoso. Ella gira su cara hacia mí y me ve con la polla en la mano, humillado. Su boca casi roza el paquete de Arturo. El corazón me va a mil. Estoy a punto de pronunciar: «No te atrevas». Y ella, como si me hubiese oído, alza su mano y empieza a acariciarlo. «Pedazo de zorra».
Tras masajearlo unos segundos, le desabrocha el cinturón y le baja la cremallera. Los pantalones caen al suelo, su polla amenaza con atravesar los calzoncillos. Ella lo descalza y le acaricia los muslos, se muerde el labio ante la proximidad del miembro. Me lanza una nueva mirada y echa sus manos a la cinta de sus calzoncillos. «Marina, no lo hagas», repito en silencio. Tira hacia abajo y aparece un pedazo de polla bien tiesa y venosa que le golpea en la barbilla. Ella suelta un quejido y entreabre la boca, como asombrada, humillándome más todavía. Desearía saltar de mi sillón, abalanzarme sobre ella y follármela con rabia, por viciosa.
Marina empieza a jalarle la polla. Sin cortarse ni un pelo, se escupe en la mano y continúa masturbándolo. Luego saca la lengua y se va en busca del glande. Comienza a lamerlo. Veo que le hurga con la punta en la ranura. Un hilo de líquido seminal empieza a colgarle. Ella lo recoge y se lo traga. Se mete el capullo en la boca y comienza a mamarlo cerrando los ojos, saboreándolo. «Eso es, así, cómetela. Lo estabas deseando, pedazo de puta».
Él le acaricia la melena y la ayuda a chupar. Empieza a soltar ligeros jadeos de placer. La cabeza de ella va y viene, y la pelvis de Arturo se mueve acompasadamente. Otra vez tengo que dejar de tocarme para no correrme. Es demasiado para mí. Él se inclina hacia abajo y le soba las tetas. Ella sigue mamando. Las succiones retumban en la habitación. Menuda tortura, compadre.
Tras una buena mamada, él la toma por las axilas y la pone de pie. La sube al centro la cama, boca arriba, y le abre las piernas. El coño de Marina brilla de humedad. Se acerca de rodillas, se coloca en medio de sus piernas, se agarra la polla y se la clava. Yo, empecinado en humillarme, busco la cara de Marina para registrar cada uno de sus gestos. En el momento de penetrarla, veo cómo abre de nuevo la boca con asombro y deja sus ojos en blanco. Me dan ganas de matarla, quisiera follármela, clavársela a lo bestia mientras le grito: «Toma, puta viciosa. Te encanta su pedazo de rabo, ¿verdad?»
Arturo se la folla alzándole las piernas con los brazos. Su culo va y viene mientras le perfora el coño a mi exmujer, que se ofrece abierta como una ramera en celo. Luego le suelta las piernas, se inclina hacia delante y comienza a taladrarla con las manos apoyadas sobre el colchón, a los costados de su cuerpo. Sus huevos le golpean el coño al ritmo de sus embestidas. Ella alza las piernas y las enreda en su cintura, atrayéndolo. «Así, sujétalo, perra, no se te vaya a escapar».
Instantes después, se retira hacia atrás, la hace voltear y la pone a cuatro patas. Ella, cual perra en celo, arquea su espalda y le ofrece el coño abierto, como si estuviera desesperada. La muy puta aprovecha ese momento para mirarme a los ojos una vez más. «Mira lo que van a hacerme, mi amor». La imagen me destroza, me excita a más no poder. Pero aún hay más: la sádica retira hacia un lado su melena, sin dejar de mirarme, para que yo no pierda de vista la expresión de su cara cuando Arturo se la clave. Él se acerca por detrás agarrándose la polla, sujeta a Marina por la cadera y se la mete hasta el fondo. Ella abre su boca y suelta un «¡ahhh!» exagerado, poniendo otra vez sus ojos en blanco. «Gracias, muchas gracias. No se puede ser más hija de puta».
Arturo va aumentando el ritmo poco a poco. Oigo los chasquidos de su pelvis contra el culo de Marina, veo sus tetas bamboleándose, su cuerpo moviéndose hacia atrás, buscando que le llegue bien adentro. Ambos respiran con agitación y jadean a la vez. Yo estoy a punto de reventar. Me masturbo como un poseso, llevándome de nuevo a la nariz las bragas de mi exmujer. Después de tantos minutos conteniendo mi orgasmo, me corro abundantemente sobre las bragas, que apenas logran recogerlo todo. Me quedo vacío, extenuado. Menuda corrida acabo de tener. A medida que me recupero, tomo consciencia de la escena que está teniendo lugar en la cama.
Arturo jadea agitadamente mientras sigue taladrándola. Tiene la espalda brillante de sudor. Marina tiene las nalgas llenas de marcas rosadas por los apretones de Arturo. No para de gemir con sus embestidas, la muy viciosa. Cuando él está a punto de correrse, levanta la cara hacia el techo, aprieta los ojos y gruñe como un animal, descargando toda su leche dentro de ella. Luego se dejan caer sobre la cama, reventados y sudorosos.
Cuando acabó todo, hubo un momento de embarazo, de comentarios nerviosos y miradas esquivas. Dejamos que Arturo se duchara primero que nosotros. Cuando se fue y nos quedamos solos, recostados en la cama, apenas sabíamos qué decir. Estábamos en shock. Yo no podía dejar de pensar en lo que había pasado. Me estaba poniendo cachondo de nuevo al recordarlo.
―Qué fuerte, ¿no? ―le digo por fin.
―Sí... Muy fuerte. ¿Te lo imaginabas así?
―Qué va. Es mucho mejor de lo que pensaba.
Silencio. Marina juguetea con el vello de mi pecho; yo, con los rizos de su melena.
―Cuando te la metiste en la boca ―le digo―, casi me dan los choques. Qué pasada...
―Ya lo sé, te lo vi en la cara. ¿Te gustó ver cómo me follaba?
Lo dijo con coquetería, para picarme. Un calambrazo me recorrió el cuerpo.
―Me puse como loco.
―Pues a mí me puso como loca verte mirar cómo me la metía.
―Ya lo sé... ―le digo―. Quise matarte y follarte a la vez.
―Y yo que me follaras...
Por supuesto, al final acabamos haciéndolo de nuevo, y esta vez con un deseo que no había conocido hasta ahora.
Y por supuesto, volvimos a repetir, aunque no con Arturo.
evander | 30/06/2025 23:37
Gracias. Pues menuda experiencia tuvo q ser. Enhorabuena tb. 🙌